Poesía a tirones y desgarros

Poesía a tirones y desgarros. Uno se va quedando sin la prosa que le da sentido y razón a la vida. Cada tanto, un viento arremolina todo y sacude el morral de la memoria. Le recuerda a uno cuando arrebataba la palabra al demiurgo y la convertía en algo que saciaba.

Ha llovido. Es de esas tormentas de verano que siguen siendo extrañas a mi humedad invernal. Alboroto de brisas desbocadas, caliente respiración del norte, truenos y relámpagos, desborde de cielo, agua gruesa y transversal.

Y pienso en esta poesía a tirones y desgarros:

Sobrevuelas mi noche. Te reconozco. Contigo aprendí a nombrar las cosas. Me enseñaste a describir el alborozo ardiente de la carne trémula. Transitaste conmigo los desfiladeros del miedo cuando aún no había aprendido el código escondido de la libertad.

“Eterno retorno”, Ensayos desesperados, Benjamín Parra Arias

La urdimbre repetida de las cosas cotidianas, del hambre y los deberes me alejó de ti. Porque de mi boca salen palabras ordenadas, conspiraciones ministeriales, denuncias urbanas.

Así, mi palabra se hace acero, estocada de dolores antiguos que atraviesa letanías antiguas y extranjeras.

Entonces vuelas a parajes distantes. Haces tu nido en alturas vertiginosas y esperas. Esperas esa poesía a tirones y desgarros.

Espera

Con el tiempo, abrigas bajo tus alas canciones, blancas palideces, prolongadas languideces y plegarias al puro viento. Te cubren desde el infinito lienzos turquesa y añil.

Replicas y acumulas el decir de los silenciados labios, de los oprimidos corazones. Acumulas un tesoro de palabras.

Y esperas…

Despertar

Hasta que un día escuchas el grito feroz de mi impaciencia, el lamento del espíritu aplastado. Acudes a mi llamado dolido.

Entonces, te haces lluvia. Te haces tormenta, tropelía, embriaguez de palabras contenidas. Me sumerges en tu licor ardido. Me seduces y me visitas.

Y sale poesía a tirones y desgarros.

Salida

Y yo me bebo tu cáliz porque sé que, tal vez más temprano que tarde, volverá la oscura urdimbre de los días y los quehaceres consuetudinarios.

Y volarás, de nuevo, a parajes muy distantes…

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