Hacia fines de los años sesenta escuché la expresión “primavera de Praga”, que describía los movimientos sociales que hubo en la entonces Checoslovaquia por mayor libertad de la tutela soviética y luego la invasión a su territorio.
Más tarde, en 2011, ocurrió la “primavera árabe” que comenzó en Túnez y luego se extendió a una buena parte del mundo árabe.
Ayer comentaba con un amigo colombiano el levantamiento popular en Bogotá y otras ciudades de Colombia. Le comenté, “Y ahora Colombia se ha sumado a la explosión social.” “Sí, me respondió, entró también a la primavera latinoamericana.”
Lo singular de estas expresiones es que las explosiones sociales a las que hacen referencia han ocurrido efectivamente en la época primaveral de esas regiones. Espero que no suene frívolo pero tal vez haya algo en el aire que anima a la gente a rebelarse en esta época contra la indignidad de los sistemas sociales, políticos, sociales y económicos.
Hablando en serio, como ya mencioné antes, Manuel Castells sugiere que el sentimiento que subyace en todos movimientos es el grito por una dignidad avasallada.
Algunos teóricos nos prueban con datos estadísticos que en realidad la desigualdad en Chile es menor que en años anteriores, lo mismo que la pobreza. Lo que pasa, sugieren otros, es que ahora la gente de la clase media y baja quieren más cosas que antes.
La verdad es estos que son argumentos obscenos e indignos. Por supuesto que la gente quiere más.
A la vista de los ricos y famosos que viven en lujos y abundancia, a los cuales muchos de los pobres y desconocidos les trabajan, es natural que haya el sentimiento de que la torta está harto mal repartida.
Que los pobres también tengan ganas de tener un poco más parece una consecuencia natural al presenciar tan de cerca la riqueza de los otros.
Según Castells el problema no se va resolver con cuatro grandes decisiones políticas y económicas. El deseo urgente del poder político y económico de volver a la “normalidad” no va a ser acompañado porque lo que se busca es una nueva mirada hacia el otro.
Y esa nueva mirada no es un asunto de semanas. Es algo más profundo. Las filosofías imperantes no invitan para nada a esta nueva percepción de la realidad.
Nos preguntamos si existen cristianos lúcidos que pudieran aportar algunas ideas. Ojalá los haya y nos convoquen desde alguna parte