La enorme maquinaria del mundo no se detiene. Su brutal ingeniería de números, políticas públicas y privadas, marchas y contramarchas, conflictos y estallidos sociales trabaja todas las horas. Con precisión matemática marca los ritmos del dolor y la esperanza. Abre sus grandes alamedas para que pasen los galeotes del sistema.
En los oscuros callejones de los suburbios circula el hambre disfrazada, la violencia desatada, el consumo de sustancias y la muerte descarada. Sin tregua hacen su trabajo sucio los depredadores de niños y mujeres. El miedo hace su ronda al caer la noche y no se retira hasta las primeras horas de la madrugada, cuando los ilotas se trepan a trenes y colectivos para reiniciar el trajín de la jornada.
En inmensos y adustos edificios, detrás de muros y puertas, un poder sin nombre y sin rostro pone en movimiento cada día la oferta y la demanda de los mercados, la pauta de las noticias que circularán mañana, saca y pone funcionarios, determina lo que es justo y lo que no, firma decretos de suma urgencia. Más tarde sus representantes se sacan las fotos de rigor, responden oblicuamente y con sonrisas las preguntas de la prensa y a la noche asisten a las fiestas de gala de los señores propietarios.
La cotidiana manifestación del mundo se agita en las conciencias de algunos y les arrincona toda posible esperanza. Aunque se resisten con inusitado heroísmo, no son pocos los que caen bajo el peso de la evidencia. No parece haber caminos para la verdad primigenia, para la luz original, para los sueños inocentes. El sistema es monolítico, feroz, incansable, vigilante.
Así y todo, todavía hay lugares secretos donde es válido creer en lo imposible. Todos los días, en algún lugar del mundo, todavía brilla una luz. En algunos sitios todavía suena alguna voz que descifra los enigmas del tiempo y señala senderos posibles. Todavía hay canciones que alegran y poemas que iluminan un poco la cochinada gris de los callejones. Todavía hay quienes creen que es posible amar sin condiciones. Todavía hay casas donde es grato llegar y sitios donde se puede alargar la noche hasta el infinito en una taza de café.
Todavía, es posible…