Nada sobresale de la lenta medianía de los días. Los suburbios que esperaban la visita de la imaginación y el poder desatado de la palabra permanecen solitarios. A cada atardecer sucede otro y a cada mañana le sigue otra igual. Inútil la búsqueda del elíxir que despierta. Oquedad, escarcha, mudez absoluta.
Se disuelven las horas en repentinos, fugaces fogonazos de luz muerta. Unos pasos alrededor de la casa en busca de una idea. La distracción de los pájaros, de la nube, de unos rayos de sol que entibian un poco adentro. Esperanza que es apenas leve escozor en la piel del alma, ni siquiera rasguño, ni siquiera inquietud.
Nada, sólo palabras leídas pasada la medianoche, cuando se espera desesperado el sueño que salve del tedio. Pensamientos que se tropiezan entre sí, que se mezclan como cartas de una baraja, apenas divagaciones insulsas. Estados descompensados del espíritu, grotescos paros cardiorrespiratorios en la mente, taquicardias imaginarias en el corazón. Las horas auscultan los torpes latidos de la noche.
Letargo en el escritorio de los temas. Los dedos entumecidos de la creación. La yerta materia de los archivos en segundo plano. Las imágenes desdibujadas de la memoria. Pulsiones erráticas, apenas instantes, relámpagos inasibles, la desesperación del silencio, de la página en blanco. El tesoro de palabras, agotadas sus reservas. Los viejos cuadernos, saqueados en previas jornadas infértiles. Los archivos virtuales, exprimidos y editados.
Abajo, en lo profundo del ser, las semillas esperan. Hibernan a la espera de los días de la lluvia en la reseca matriz. Se adhieren tenaces a esta suerte de vida latente. Soportan este silencioso compás de espera hasta la hora señalada. No se mata así no más la genética del pensamiento. Los fluidos gestantes de la vida conocen su paradero y más temprano que tarde la fecundarán otra vez. Eso pasa. Puede tomar mucho tiempo, pero pasa.
El silencio precede a la música. La mudez a las palabras. El vacío a la explosión de la vida. La oscuridad a la luz. El secreto a la revelación de las cosas necesarias. La espera a la realización potente de los deseos. El miedo y las cadenas a la liberación.
No hay hora perdida. No hay instante desechado. Cada sagrado segundo tendrá su recompensa. Alguna vez regresarán todos los sentidos. Un día, todas las fuerzas del alma van a ser convocadas para resolver los asuntos pendientes, para entender, para descansar por fin…