“Otra pregunta es de dónde saqué las ideas para tantas historias. Me la plantean continuamente.
La respuesta es que al cabo de medio siglo de elaborar ideas, el proceso se vuelve automático e incontenible.”
(Isaac Asimov, en la Introducción del volumen II de sus Cuentos Completos)
Esta mañana en Amélie, donde desayuno con café y libros, tomé al azar el ejemplar del libro mencionado y en su introducción Isaac Asimov se refiere a su profusa producción literaria. A la fecha de esas palabras ya había escrito cientos de cuentos y de libros y miles de ensayos relacionados con la ciencia.
Comenté esto en la red social que uso y mencioné que era posible que eso mismo me motivara a escribir el artículo de hoy. Y aquí está.
Hace años una amiga de Alemania leyó una vez un pequeño relato mío titulado “Cortado”. Contaba ahí lo que pasa desde que se pide un café cortado hasta consumirlo mientras se escribe en una servilleta o se mira pasar a la gente. Recuerdo que me pidió que se lo enviara por correo (electrónico, por supuesto).
De vuelta, me preguntó cómo hacía para ver y describir tantas cosas en algo tan simple como un café. Le respondí algo parecido a lo que dice Asimov en su libro: “al cabo de medio siglo de elaborar ideas, el proceso se hace automático e incontenible.”
En este blog y en un par de libros por ahí he escrito, entre muchas otras cosas, sobre la lavanda, la buganvilla, los helechos después de la lluvia en la cuesta de Los Añiques, un perro callejero, el arroz graneado con pollo a la campesina, la habitación de un hotel, una pera que me regalaron una vez en Cali, unas zapatillas recién lavadas.
He contado sobre una parada de autobús en medio del desierto a las tres de la mañana, una charla con mi hija Paula que quiere saber qué significa “como peces viajamos al olvido”, un viaje en auto al sur con mi hermano David en el que me preguntó si era feliz o la vez que mi mamá, poco antes de morir, se miró las manos y dijo en voz baja: “Cuántos panes habrán amasado estas manos…”
La vida no pasa para mí. O pasa, pero me deja imágenes, sensaciones, impresiones, imprecisiones y turbulencias que bien valen un artículo, un poema o una pequeña prosa que tocará alguna vez a alguien.