“El hombre parece no poder vivir sin dar un significado a su vida, y sin un sentido de la historia de la humanidad tampoco puede tener sentido la vida del hombre individual.”
(Juan José Sebreli, El asedio a la modernidad, Editorial Sudamericana)
Hoy no será viernes de poesía. Ensayaremos un artilugio intelectual harto discreto para agitar la paz de la inmensa mayoría y provocar la permanente curiosidad de la inmensa minoría.
No es raro que las librerías llamadas de viejo otorguen la posibilidad de pequeños o grandes hallazgos, raros libros perdidos entre cuadernos de Sudoku y Sopa de Letras, antiquísimas enciclopedias y revistas de bordado.
Así hallé escondido este ejemplar de Sebreli que examina los nuevos caminos que ha adoptado la filosofía y el abandono de los rasgos distintivos de la sociedad occidental desde más o menos la mitad del siglo pasado.
Todo da lo mismo. No estoy ni ahí. Todo vale. Nada tiene sentido. No tiene objeto intentar nada. Todos los caminos conducen a Roma. A nadie le importa. La individualidad es una ilusión. La realidad es un relato. Lo importante es ganar. Más allá del bien y del mal.
Estas y otras ideas dan cuenta de la filosofía reinante. Lo que ayer fue cátedra en La Sorbona, Harvard, Cambridge, Frankfurt o Berkeley hoy es la forma y fondo de la cultura de internet y las redes sociales, la protesta social, la música y el arte, las relaciones humanas o la política.
Sin embargo, es curioso cómo la mayoría de la gente que sigue el flujo intelectual de la época siempre debe reconocer algo de orden, un poco de sentido a lo que hace.
Por más que piensen que todo es absurdo y la realidad es un relato, igual deben cargar la tarjeta del metro, asistir a clases o almorzar con la familia el día domingo.
O no se lanzan al vacío desde un octavo piso para negar la ley de gravedad – a menos que se estén suicidando por cierto.
Este relativismo sólo parece ser práctico para disponer libremente de la propia vida y del cuerpo al mismo tiempo que de la vida y del cuerpo de otras personas. El resto de la realidad se comporta de acuerdo a porfiados y viejos hechos.
El mundo tiene una forma, un diseño y una realidad imposible de desconocer y buena parte de la sanidad mental tiene que ver con alinear la vida a estas orientaciones fundamentales.