No me acuerdo si lo descubrí yo solo o alguien me dio el dato hace más de una década: Amélie. Café+libros. Con notas de la película, fotografías de lugares, libros, diarios y revistas. Me dijeron que uno podía hojear los libros “sin compromiso” acompañados con una lágrima o un cortado en jarrito. Aunque sé que existían hace mucho yo nunca había estado en un lugar donde ese placer fuera posible.

Afuera, unas mesitas con unos toldos rojos. Adentro, un reparo, un refugio contra el ruido desmesurado de la ciudad. Algo de Norah Jones, Amy Winehouse o jazz, bajito, respetuoso de las conversaciones y de la tranquilidad que uno busca. Claro, a veces hay alguien que habla a cajas destempladas pero no todo es perfecto en la vida. No hay televisores (gracias a Dios!) Luego, uno recorre en silencio, despacito, los estantes de libros: Juveniles, Autoayuda, Literatura Ficción, Cocina, Infantiles, Juegos Didácticos.

El lugar justo para comenzar el día, no importa si es invierno o verano: café con leche, tostadas, jugo y mermelada de duraznos. Nos ponemos al día brevemente con Ivana, Mony o Ruth acerca del clima, algunos achaques que me acompañan desde un tiempo a esta parte, comentarios acerca de un viaje reciente. Entonces me remito los diarios del día, escribo un artículo, respondo unos correos, contesto un par de mensajes. O simplemente no hago nada. Mirar a la gente es un gusto adquirido, una vidriera de talantes, estados diversos del ser, comparaciones involuntarias.

En las paredes verdes hay cuadros de Amélie, la protagonista de la película, reproducciones de diversos lugares del mundo, dibujos de Tute y otros. En una mesa, bajo la cubierta de cristal alguien dejó en una servilleta una nota para Karina donde dice algo que tiene que ver con la magia.

Entré en muchos cafés en el mundo. Pero en el Amélie me fui quedando poco a poquito. Leí una vez que uno puede ver muchos lugares en el mundo pero sólo puede amar aquellos sitios en los cuales se queda un tiempo. O para siempre.

Así que, sin pretensión alguna, sólo para registrar la crónica de este cariño que se ha ido ahondando con los días, les dejo esta viñeta de Amélie, libros+café.

En Villa María, por cierto…

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