Volviendo a nuestro tema central, es interesante estudiar como lo que está bíblicamente establecido como malo, hay quienes se esfuerzan por presentarlo como bueno.  En ocasiones intentando descalificar la Biblia, y en otras usando interpretaciones torcídas o espurias de esta.  De allí que se haga urgente que como cristianos, como familias y como iglesia establezcamos con claridad cuáles son nuestros valores y los defendamos hasta la muerte si fuere preciso, tal como lo hicieron los primitivos mártires que dieron su vida por mantener su fe en Cristo.

Es sumamente necesario que observemos con sumo cuidado, como el aumento de la conducta homosexual, está unida al crecimiento de otras prácticas alejadas del plan original de Dios para el ser humano.  Pero eso no me asombra, ya que todo el deterioro moral de la humanidad se basa en la premisa de su divorcio de Dios.  Una sociedad que quiere hacer convivir en un mismo lugar la idea de un mundo surgido del caos circunstancial y azaroso, y no de la Divina intervención creativa.

Que piensa que la naturaleza es caprichosa y díscola, solo por no comprenderla,  y además piensa que somos lo que sentimos ser (Perspectiva de Género) y no lo que evidentemente somos.  Es una sociedad que no puede ni quiere aceptar las reglas del Creador.

Decimos que el crecimiento de la práctica homosexual y lésbica no se da en el vacío.  Solo basta con hacer un sencillo análisis y veremos cómo han ido en aumento el abuso sexual en niños y adolescentes, la ausencia de la figura paterna en los hogares, la práctica de una sexualidad sin matrimonio ni compromiso o la paternidad y maternidad inmadura y precoz, de niños criando niños.  Esta es una sociedad a la que no por gusto los expertos han llamado a la generación de ‘huérfanos con padres vivos’.  Si a esto unimos el irrespeto a la opinión de Dios y la ignorancia de sus preceptos por parte de quienes se identifican como cristianos, entonces podemos comprender con más claridad que está sucediendo.

En mi humilde opinión creo que para este momento estamos aquí.  Ha llegado la hora en que se nos exige defensa de nuestra fe.  Para que podamos defender lo que decimos creer, debemos estar seguros y definidos en lo que postulamos.  Creo que la familia cristiana (no solo de título y liturgia) y la iglesia activa, militante y comprometida, son el último reducto, la última trinchera que le queda a la moral.  Asumo totalmente el compromiso que estas palabras implican, pero no podemos seguir esperando que los políticos, los medios de comunicación, los profesionales de la salud mental, asuman el rol protagónico que esta aciaga hora exige.  No podemos esperar que el llamado de ir anunciar, discipular y sanar lo asuman aquellos que ni lo creen ni lo obedecen.

Por eso creo que debemos hacer varios procesos: 1)Ponernos de acuerdo quienes creemos que  somos producto del diseño inteligente y moral de un Arquitecto Divino.  2) Es imperante dejar de preocuparnos por lo que dicen o hacen, aquellos que viven según los códigos de una amoralidad descarada.  3)Es urgente ocuparnos más intensamente en educación y formación de nuestros hijos.  4) Tenemos que dejar oír activamente nuestra opinión y sin duda nos urge despejar nuestras propias dudas y confusiones.  Entonces y solo entonces sabremos qué hacer ante el activismo de quienes auspician una sexualidad lejos del modelo de Dios.

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¡Lo mejor de la vida para ti y los tuyos!

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