El silencio no siempre otorga, a pesar de lo que dice el proverbio. Pero casi siempre pensamos que sí, que el que se calla está admitiendo. Entonces, a éste suele agitarle la idea de proporcionar más explicaciones para que se entienda el asunto pero lo más probable es que suceda lo que dice ese otro dicho que escucho en Argentina: No aclare, que oscurece. O que la cosa empeore.

Hay otros silencios que no tienen nada que ver con otorgar o no. Silencios que son necesarios porque llega un tiempo que el repertorio de palabras se agota y la multiplicidad de situaciones requiere una enorme y abrumadora cantidad de palabras repetidas, predecibles y naturales – o no naturales según el caso. Entonces se emigra hacia el silencio.

Acabo de ver una película titulada Time Out of Mind – algo así como Tiempo Fuera de la Mente. Trata de un vagabundo que camina por diferentes calles de la ciudad, duerme en cualquier parte y está obviamente perturbado. Mientras el vaga sin dirección escucha las conversaciones a su alrededor. La mayor parte de la película muestra estos diálogos inconexos pero audibles y el protagonista se muestra angustiado porque no puede dejar de escucharlos. Las escenas donde hay silencio son los instantes en que disfruta de una paz relativa.

Y estoy mirando ahora otra película, My Happy Family – Mi Familia Feliz – en la que una mujer que vive con esposo, hijos, madre, padre, sobrinos y novias resuelve irse a vivir sola a un departamento porque en su casa todo el mundo grita e interviene en la vida de los otros. En las escenas donde se muestra su nueva vida sólo hay silencio, excepto el sonido del viento entre los álamos que entra por el balcón y música clásica en piano.

Alguna vez oí a cierto profesor de la universidad cristiana decir que todas las palabras que hablamos están registradas en algún archivo celestial y que nos serán presentadas a la hora del juicio, cosa que simplemente me aterró. No puedo imaginar una pesadilla semejante. Por eso, de tanto en tanto, cuando estoy tentado a creer en este asunto, quisiera no hablar nunca más.

Ojalá se pudiera…

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