A veces uno lo desea demasiado pronto. Otras, un poco tarde. A veces uno quiere que crezca luego, se haga independiente y arme su vida. Pero más tarde uno desea que no se hubiera ido tan pronto y que todavía estuviera en casa porque ya no lo vemos tan seguido, tan ocupado está en sus importantes asuntos.

A veces nos involucramos demasiado en su vida; hacemos nuestros sus temores, sus peligros, sus búsquedas y alguien debe decirnos que hay que dejarlo volar. Otras, estamos muy lejos, no lo buscamos, no lo llamamos, no vamos a verlo y alguien debe decirnos que tenemos que acercarnos un poco más. A veces nace cuando somos unos chiquillos y desordena nuestros proyectos y agendas. Otras, llega en un tiempo en que ya tenemos la vida bien armada y lo mismo desordena nuestros proyectos y agendas.

A veces queremos enseñarle según el instinto, aprendiendo con él el arte de las cosas. Otras, lo queremos formar según la pedagogía de libros y teorías en boga. A veces lo guardamos celosamente de los otros porque nos parece sólo nuestro el oficio de educar. Otras, lo dejamos muy a su suerte y nos perdemos la maravilla de verlo crecer. Un hijo puede ser un disparo incierto, una exploración sin mapas ni señales. O bien, un encanto, una maravilla de criatura, tan cumplido y aplicado en los caminos de la vida.

Un hijo es un grito, un emblema, una prolongación tuya en sus propios hijos, un borbollón de anhelos, un consuelo en las horas infelices. O bien es una querella constante, un trozo de hielo afilado, un rosario de noches angustiadas, un misterio, una bofetada, un reproche certero.

Un hijo puede ser una ausencia eterna, un hueco en el corazón, una herida abierta, un rayo de luz abortada, un adiós pendiente, una pena contemplada. O puede ser un aleteo de mariposas, un zumbido de abejas, un beso en los labios, una caricia en el rostro, una mirada llenita, una risa de campanas, un perfume de lavandas.

Todos los días, todas las horas, joven o viejo, libre o encadenado, tierno o feroz, ausente o cercano, amante o ingrato, oscuro o luminoso, feliz o desgraciado… un hijo es un hijo.

(Publicado en diciembre de 2013)

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