Hace unas noches estuve hablando con algunos amigos acerca de la muerte, de hecho me ha tocado últimamente saber de varios seres muy queridos y cercanos, que se han ido con el Señor. Y cuando hablábamos de la muerte, concluimos que lamentablemente siempre tememos a lo desconocido.
Pero esa es una de las diferencias que tenemos los que creemos en Jesús y en Sus promesas. Él venció la muerte y nos ofreció vida eterna a quienes creamos en Él.
Lo podemos ver en Juan 3:16 “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Y nos prometió también un mundo sin más lágrimas en Apocalipsis 21:3-4 «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.» Jesús, con Su preciosa sangre nos limpia de todo pecado y la muerte que venía por el pecado. Además, quitó el aguijón de esa muerte al vencerla cuando resucitó. Quienes creemos en Él, sabemos por fe que una vez nos vamos de éste mundo, estaremos con Él.
Y al que no cree, solo le pregunto esto: ¿Qué tal que fuera verdad? Digo, si tienes la duda, pienso que es ¡mejor que creas y al final no pasó nada, a que no creas y que cuando mueras sepas que tenías la oportunidad de vida eterna en un mundo perfecto y no la aprovechaste! ¿No crees?
Si no has hecho la oración de salvación, te invito a que le pidas a Dios en este mismo instante que perdone tus pecados, los que recuerdas y los que no, y que entre en tu corazón. Es así de sencillo. Pídele que sea tu Señor y Salvador y que te guíe, hazlo con todo tu corazón. Si lo hiciste, comunícate conmigo a este correo electrónico: [email protected] y te doy los pasos a seguir. No son muchos. ¡Dios te bendiga!