“Determinadas vivencias, creo que hay que tener el coraje para darse cuenta cuando ya dieron de la vitalidad que podían dar. Y en realidad uno siente la estrechez. La angustia, que es una palabra tan denostada entre nosotros y hay que ir al psicólogo para que la cure. La angustia es la conciencia de la angostura. La que nos avisa que determinadas situaciones ya no dispensan vida.  Y es entonces la invitación a salir”. Así reflexiona en una charla con Eugenia Almeida (La Voz del Interior) el poeta Hugo Mujica. La periodista comenta: “Eso dice Mujica. Y yo pienso. La angustia como aliada. Como alerta”.

Angustia tiene su origen en una voz latina que ilustra la idea de estrechez, de desfiladero – por donde debían pasar los ejércitos antiguos con el miedo de ser sorprendidos y sin posibilidad de una defensa apropiada.

Palabra tan denostada entre nosotros hoy. Qué apropiada definición. Huimos de ella aterrados, nos parece una lepra de la mente, acudimos azorados a los entendidos para que nos libren de ella con ejercicios, martingalas y sahumerios.

No me privo de la angustia. Es detectada por una especialista del área neurocognitiva que me recomienda cierto tratamiento psicoterapéutico. Me escabullo por cierto. La humanidad vivió miles de años sin psicólogos profesionales ni psiquiatras. Algunos de los más extraordinarios científicos, escritores y artistas sufrían de toda clase de dramas de la cabeza. No me comparo en absoluto con ellos; sólo atiendo al hecho histórico de la supervivencia de la especie a pesar de los “problemas psicológicos internos”.

Es notable que mi angustia no tenga que ver tanto con mi circunstancia personal; respecto de mí mismo no tengo más preocupaciones ni trancas de las que adolece toda la gente. Mis dolencias tienen que ver con este mundo en el que he habitado desde que nací, que se proclama a sí mismo como el reino de la vida abundante y de la victoria definitiva y que vive, sin embargo, tan abarrotado de problemas propios y de indolencias imperdonables en relación con la generación a la que le tocaría servir más productivamente.

Es una angustia de afuera si se me permite la expresión. Tendría no más que reflexionar sobre estas palabras de Mujica: “(Angustia) que nos avisa que determinadas situaciones ya no dispensan vida”. Por ahí puede llegar el día descubra que la esperanza de algún cambio ya se murió y haya que abandonarla.

En ese caso, habría que regresar a la idea del cultivo de papas en Chiloé…

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