No es que quiera cuestionar al reconocido sabio, pero siempre me he preguntado ¿cómo puede ser que Salomón siendo tan sabio, necesitara casarse con tantas mujeres? Siendo tan sabio, permitió que su debilidad lo dominara.

Creo que siempre he cuestionado la sabiduría, porque en definitiva el único verdaderamente sabio es Dios y ya. He conocido muchas personas que han estudiado mucho; algunos, carreras difíciles y tal vez incluso han adquirido el conocimiento de más de cinco idiomas. Sin embargo, hay temas para los que no tienen sabiduría, o no han aprendido a apreciar a las personas por sus talentos, así no sean graduados universitarios. Todos podemos traer algo de sabiduría, podemos adquirir conocimientos y por experiencias crecer en sabiduría, pero somos humanos, somos pecadores, somos imperfectos. El estudio, el conocimiento no te hace mejor persona.

El tener sabiduría y discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal, haber recibido a Jesús en nuestros corazones y tener la intención de servir solo a Dios tampoco es garantía de que vamos a obedecer totalmente los mandamientos de Dios. Esa es la meta, y eso sería lo ideal, que fuera así como automático, pero no, no viene como una garantía.

Cuando me pregunto esto de Salomón, voy a Deuteronomio, que son las “demandas del Señor”, y en el capítulo 17, versículo 17 dice: “El rey no tomará para si muchas mujeres, no sea que se extravíe su corazón, ni tampoco acumulará enormes cantidades de oro y plata”.

Eso demuestra que Salomón sí quebrantó las leyes de Dios al tomar muchas mujeres, (como mil entre esposas y concubinas), y ocurrió como decía la Escritura, su corazón se desvió. Él no siguió el consejo de su padre David acerca de guardar los mandamientos y deseos de Dios entre los cuales estaba ese de no tener muchas mujeres. Varias de esas mujeres lo llevaron a servir a otros dioses.

Sea cual sea nuestra situación, el obedecer a Dios debe estar por encima de nuestros deseos personales. No hay que razonar los mandamientos de Dios y no debemos justificar un comportamiento que sabemos o dudamos que esté en línea con los propósitos de Dios para nuestra vida.

En Juan 3:6 leemos que “Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu” y que no debemos sorprendernos, nos dijo Jesús, de que por tanto, debemos nacer de nuevo.

Mucho más importante que el número de neuronas o el coeficiente intelectual que tengamos, recordemos negarnos a nosotros mismos y seguir a Jesús cada día.

Nuestro comportamiento habla más de nosotros que todo lo que podamos estudiar y decir.

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