Releo por segunda o tercera vez “El mundo de ayer. Memorias de un europeo”, una de las obras mayores del escritor austríaco Stefan Zweig. Valdría la pena que nuestra amable audiencia se tomara el trabajo de leer alguna vez algún libro de este lúcido y extraordinario profeta del siglo XX.

No tengo espacio aquí para expresar todo lo que he sentido y pensado en estos días de provechosa e inquietante lectura. Es asombroso cómo una persona puede mirar al mundo que lo rodea y entenderlo tan claramente. Pero no sólo eso sino que además esa mirada trascienda a su propia época y sea iluminadora todavía a más de setenta años de su publicación.

No soy un experto en análisis literario por lo que no podría decir con mucha claridad a cuál escuela o momento de la literatura representa su obra y si eso aumenta o disminuye su validez a los ojos del entendido. Lo que sí puedo decir es que tiene la clarividencia de un Jeremías (es interesante que una de sus obras teatrales se titula precisamente Jeremías, una crítica estremecedora contra la guerra que estaba destrozando a Europa entre 1914 y 1918).

Anoche estuve leyendo su descripción de lo que sucedió con la sociedad y la cultura de Austria y Alemania terminada la primera guerra mundial. Relata cómo cambiaron las costumbres, la moda, la música, la pintura, la escultura, la política y casi todo aspecto de la vida social. Especialmente impactante es su análisis de la juventud, asqueada de la maldad y la hipocresía de la clase política y de la gente mayor, los que no habían sido capaces de impedir la guerra y sus horrorosas consecuencias. A ratos es como si estuviera hablando de nuestra generación. Algunos pasajes podrían aplicarse sin cambiar palabra alguna a la época en que vivimos.

Siempre surge por ahí la cuestión de si la historia marcha progresivamente en cierta dirección o si no es más que una serie de ciclos que se repiten cada tanto. Es tan obvio cómo los tiempos y las circunstancias se parecen tanto, sea que miremos a Roma, a Grecia, a Europa de la Edad Media, al Renacimiento, a la Ilustración o a los tiempos modernos.

Si es una serie infinita de ciclos, ¿por qué rayos no aprendemos del pasado? ¿Por qué seguimos en esta locura de creer que somos únicos y que todo comienza con nosotros aquí ahora?

Vaya usted a saber…

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