Me aventuro a responderme yo mismo las preguntas expresadas en el artículo anterior: “¿Para qué?”
Porque lo mínimo que es exigible a un cristiano es que explique por qué cree lo que cree. La mayoría absoluta de los cristianos dice creer porque tuvieron una experiencia; con todo lo noble y hermoso que parece es una explicación subjetiva. Apenas un 5% (o menos) puede dar razón de su esperanza (1ª Pedro 3:15). Es decir, muy pocos otorgan evidencia objetiva de la verdad.
Porque hacerse preguntas es reconocer que la verdad es una cosa viviente (“Yo soy la verdad”, ha dicho Jesús). Nadie puede decir que ya sabe todo lo que hay que saber acerca de Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el Espíritu Santo, la Biblia y el mundo circundante.
Porque la salvación personal no es el único asunto del que se ocupa la Biblia. Si la obra de Cristo persigue la reconciliación de todas las cosas, no sólo las que están el cielo sino las que están en la tierra, entonces hay que indagar qué otros asuntos son competencia de la fe.
Porque seguir buscando respuestas no va cambiar el mundo, pero al menos constituye evidencia de haber superado eso de “Dios es para mí”, a fin de ser testigos de Él más allá del interés propio.
Porque tengo serias dudas de que estemos ganando. Durante dos mil años de historia cristiana los creyentes contaron con los mismos recursos que los otros y no todavía no han inundado el mundo con el triunfo del Crucificado.
Porque si la institución cristiana se convierte en un fin en sí misma y deja de ser un agente de transformación de la sociedad, sus prosélitos se ocuparán exclusivamente de su bienestar personal y de sus esperanzas futuras y habrán dejado vacío el mundo del efecto total de la redención.
Porque “el aire de la montaña, el murmullo del río a treinta metros de mi casa, el sol entre las hojas, el helecho humedecido que transporta el cristal multicolor de la lluvia, el ardor de la piel marchita, la esperanza de los pueblos, el definitivo triunfo de la justicia, el anhelo por el orden y la paz” y todo lo demás que escribí antes es digno de ser querido y de paso me alivia la cabeza y el estómago.

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