Potpourri de palabras, imposibles de comentar los jueves…

Me ha dado el sonido y el abecedario, con él las palabras que pienso y declaro
(
Violeta Parra, Gracias a la vida)

Vaga solitario el amor con su abultado equipaje por los andenes de la terminal de los sueños. El micro semanal a Nunca Jamás ya salió. Te quiero fue el último en subir.
Vino como un río el desamparo. Como aluvión inconcebible el desamor. En el desconsuelo anidaron los tristes días. En los macizos del silencio reposaron, intranquilos, los ausentes. Fue el fin de los notables compromisos, el ocaso de todos los abrazos. En el lecho permanece el bosquejo de un amor desdibujado. En la mesa no hay palabras, apenas un extenso territorio desolado. Vino como río el desamparo.
Las grandes victorias de la vida no han sido más que ventiscas de nieve que no tarda en disolverse. Los grandes momentos son cuadros fijos en los cuales solazar de tanto en tanto la memoria y por ahí echar alguna lágrima arrinconada. La juventud… esa soberbia de ser que desconoce, pobrecita, lo poco que dura.

“Talento para el ataúd” decía el muchacho mientras entraba un poco torpemente con su cuadro recién pintado a un espacioso salón donde unos sombríos señores debían calificar su obra. Acababa de bajar de un balcón donde un hombre se había lanzado al vacío con una soga al cuello… Desperté un poco sobresaltado. Eran las 3:48 de la noche y hacía mucho frío. Por supuesto, era un sueño, pero me quedé pegado en esa frase: “Talento para el ataúd”. Todo muy a la Edgard Allan Poe. No sé si el muchacho se estaría refiriendo al señor que acababa de quitarse la vida o consideraba su obra muerta antes de ser calificada. ¿Viste que a los sueños no se les puede preguntar?

Como para todo hay refranes, dicen que la risa abunda en la boca de los tontos; valdría la pena preguntarse si por eso mismo los tontos no son más felices que los cuerdos circunspectos y afectados. Otros dicen: “el que solo se ríe de su mal se acuerda”. Pero muchos seres malignos no se ríen nunca y de seguro siempre se acuerdan de sus maldades. Alguien me dijo una vez que cuando envejeciera, anhelaba tener muchas arrugas sonrientes. Ojalá que haya cumplido su deseo.

(Este artículo ha sido escrito especialmente para la radio cristiana CVCLAVOZ)

Deja un comentario