Hace muchos años en la portada de una difundida revista apareció una viejecita de agradable aspecto comprando un pavo a un carnicero. El pavo estaba en la balanza, el carnicero estaba a un lado del mostrador y la simpática ancianita al otro.  Los ojos de ambos estaban sobre el indicador de peso y se reflejaba una mirada de satisfacción en los ojos.

Con prudencia el carnicero había puesto el pulgar de la mano derecha sobre las pesas, presionando hacia abajo; del otro lado, la viejita había colocado un dedo por debajo de las pesas y empujaba hacia arriba. El uno ignoraba el fraude del otro, cada uno estaba tratando de aprovecharse del otro.

Los dos eran culpables de robo, sin realizar el hecho, porque Dios ve el corazón.

“El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es? Pero yo, el Señor, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la debida recompensa, según lo merecen sus acciones”. Jeremías 17:9,10 (NTV)

Nuestras malas acciones sólo son la materialización de las cosas que tenemos en la mente y en  el corazón, es ahí donde se gesta en pecado y no sólo se trata de robo. En 1 de Juan 3:15 dice: “Todo el que odia a un hermano, en el fondo de su corazón es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino tiene la vida eterna en él” (NTV). En Mateo 5:28 hace referencia al adulterio: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. (RVR1960)

No es necesario llegar al acto mismo del robo, del homicidio,  del adulterio o de cualquier otro pecado, lo importante es lo que hay en nuestra mente y corazón, la intención que tenemos, por eso Dios juzga los corazones.

Normalmente, todos los pecados tienen un tiempo de gestación en la mente y el corazón, no nacen espontáneamente ni de casualidad, sino que previamente han sido planificados. Es por eso que el pecado va más allá de la ejecución misma;  por eso  la importancia y  la necesidad de llevar nuestros pensamientos cautivos a la obediencia a Cristo. (2 Corintios 10:5)

Cuando tengas  sentimientos y pensamientos que sabes que no son buenos, que te alejan de Dios y que no te edifican, pídele ayuda a muestro Padre y  busca lo bueno, amable, lo puro y lo justo. Medita en la palabra de Dios, allí podrás encontrar consuelo, esperanza, fortaleza y ánimo.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario