Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Génesis 22:1-3

Cuando leemos este pasaje, seguramente nos suena muy fuerte, ¿cómo después de todo lo que esperó Abraham, Dios le pide su único hijo, el de la promesa y además teniendo en cuenta que Dios le había dicho que sería padre de multitudes? Pareciera no tener sentido, pero la fe de Abraham era tan grande, que creía que aún si sacrificaba a Isaac, Dios era poderoso para resucitarlo.

Dios tenía preparadas naciones para que salieran de la descendencia de Abraham, pero previamente hacía falta una prueba más, la de su fe, obediencia e integridad. ¿Sería capaz de entregar a su único hijo y ofrecerlo a Dios?

Muchas veces, estudiando la vida de determinadas personalidades, ya sean deportistas, o bien alguien dedicado al arte y que seguramente admiramos por su destreza, podemos ver el precio que han tenido que pagar, para alcanzar el lugar que hoy desempeñan. Conozco el caso de un futbolista, que tuvo varias lesiones de larga recuperación, una vez festejando un gol, se le cayó una pared encima por lo cual se fracturó su pierna, luego tuvo pérdidas de familiares muy queridos. Varias veces, el periodismo dio por terminada su carrera, pensando que la historia de su vida había concluido, pero siempre volvía a la actividad y seguía alcanzando logros cada vez mayores. ¿Cuantas veces habrá pensado en dejar todo? ¿Cuantos lo dieron por perdido? ¿Cuantos momentos de soledad y tristeza? sin embargo, cada vez que superaba una dificultad, eso significaba alcanzar un nuevo nivel y agregar una meta cumplida a su historia.

En el ámbito espiritual, también vemos siervos con ministerios exitosos, pero cuando nos adentramos en las profundidades de su historia personal, vemos cuantos momentos difíciles, de crítica, incomprensión, frustración, seguramente pensando en su interior en dejar todo, sin embargo, al lograr superar estos tiempos, pudieron alcanzar las promesas de Dios para su vida.

En el ámbito académico, vemos como algunos jóvenes, tienen que pasar “privaciones” en cuanto a salir o acostarse tarde, porque necesitan prepararse para sus exámenes. Luego se lo puede ver ejerciendo su profesión y hasta alguien irreverentemente puede decir “que suerte que tiene” pero obviamente no es cuestión de suerte, sino de precios que estuvo dispuesto a pagar. Precios de constancia, privaciones, determinación para lograr su meta.

Si hay cosas que te cuestan, o estás a punto de bajar los brazos, o quizás hasta te comparas con otros que a tus ojos son más exitosos que tú, recuerda que hay precios que pagar, al igual que Abraham, después de la prueba, viene un nuevo nivel de bendición que Dios te quiere dar. No temas en pagar el precio, porque grande es la recompensa.

Por Daniel Zangaro

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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