“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:16 Versión Reina-Valera 1960

Jesús predicó muchas veces sobre la Gracia que Dios le da al hombre que se arrepiente verdaderamente de sus pecados y quizás la parábola que más representa esa realidad es la del hijo pródigo (Lucas 15:11-32).

La historia comienza con un jovencito reclamando la parte de la herencia que le correspondía para luego marcharse de su casa. Poco a poco los constantes excesos lo llevaron a quedarse sin dinero para subsistir hasta que tuvo que trabajar en el oficio que para la época era el más despreciable de todos: cuidador de cerdos.

En ese momento el muchacho recapacita al ver a esos animales revolcándose en su propia mugre y comiendo de lo que cae al suelo. Es casi un reflejo de lo grotesca que se ha convertido su vida.

“Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre. Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”, fueron las palabras que pronunció para luego levantarse y emprender el camino de vuelta a su hogar.

Todo ese tiempo de necesidad y pena le sirvieron para comprender todos los errores que había cometido. Cuando estaba llegando a su casa vio a su Padre acercarse y le dijo las palabras que había pensado: “… he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.”

En toda esta historia lo verdaderamente sorprendente es la reacción del Padre. Como autoridad en su familia tenía todo el derecho de castigar a su hijo por lo que había hecho, pero al ver que estaba arrepentido decidió perdonarlo.

Ahora ese muchacho sabía que su hogar era un lugar al que siempre podía regresar sin importar lo que podía pasar y más que todo, sabía que siempre podría encontrar amor y bondad en los brazos de su Padre.

Recuerda: cuando llega la tristeza, la aflicción, los problemas o la culpa por algún error cometido, los brazos de Dios siempre son el mejor lugar al que se puede correr para encontrar Gracia.

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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