Hacía mucho tiempo que no era parte de una labor voluntaria, pero la semana pasada tuve la oportunidad de participar en un viaje misionero a las afueras de mi ciudad. Como era algo que iba a hacer después de años, no sabía qué expectativas tener; sin embargo, siento que he aprendido y crecido durante esos días. Éstas son algunas de las lecciones que puedo rescatar de mi experiencia:

1. No necesitas tener mucho para dar a otros:

Hasta hace unos días, yo creía que debía tener muchos conocimientos en teología para hablar de Jesús a los demás y/o bastantes recursos materiales y económicos. Sin embargo, aprendí que con lo poco que uno tiene, se puede ayudar al prójimo. No es necesario tener en abundancia para compartir, sino más bien una actitud dispuesta a dar lo mejor de sí. Lo que cuenta en una labor voluntaria es la motivación y la disposición que se tiene. Además, no importa cuán talentoso seas ni las habilidades que puedas tener. El trabajo voluntario requiere el apoyo de todo tipo de personas, por lo cual, recibe con brazos abiertos a cualquiera que quiera participar.

2. Si estás dispuesto, Dios puede usarte:

Antes de ser voluntaria, pensaba que Dios sólo empleaba a las personas que tenían mayores títulos o grados que yo. Sin embargo, al segundo día del trabajo misionero recordé la historia que se encuentra en Números 22, donde se cuenta cómo Dios utilizó a un burro para enviar un mensaje a un hombre llamado Balaam. A partir de ese momento me puse a pensar que si Dios podía usar a un animal para llevar su mensaje, ¿por qué no podría hacer lo mismo conmigo? Entendí que Dios siempre había estado dispuesto a utilizarme, pero que era yo quien impedía que eso ocurriera.

Ser voluntario significa colaborar en todas las áreas que requieran ayuda, pero sobre todo, significa dejarte usar por Dios. Sin importar el rol que uno desempeñe, el Señor puede utilizarnos como un medio para bendecir a los demás; no obstante, eso solo ocurre cuando uno cede el control.

3. Que no recibas un pago no quiere decir que seas irresponsable:

En ocasiones, estamos tan acostumbrados a actuar en base a una remuneración, que cuando no recibimos pago, pensamos que podemos hacer lo que queremos y nadie tiene derecho a reprocharnos. Sin embargo, he podido ver que el temperamento de varias personas puede medirse en base a la falta de dinero, pues, es allí cuando sale a relucir las verdaderas intenciones del corazón. Hacer una labor voluntaria va más allá de producir beneficios materiales y económicos. Las ganancias que se obtienen poseen mucho más valor y perduran por más tiempo.

4. Ayudar a otros, te ayuda:

Al principio del viaje, tenía dudas sobre mi desempeño. No quería ser un obstáculo para otros, y tampoco quería que por mi culpa las personas no llegaran a conocer a Jesús. Cada día oraba y le pedía a Dios que me ayudara a hacer un buen trabajo y dar lo mejor de mí. Conforme pasaron los días, me di cuenta que Dios estaba respondiendo cada una de mis preguntas, me hablaba a través de otros, y también mediante las cosas que yo hacía.

Realmente no esperaba que ayudar a otros fuese una forma que Dios utilizó para hablarme directamente y ayudarme. Así como dice el himno de William Cowper, “Dios se mueve de una manera misteriosa”. Ahora estoy segura que ayudar a los demás tiene doble beneficio: para uno mismo y para otros.

 
 
Este artículo fue producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario