De tal manera amó Dios al mundo fueron unas palabras que comentamos en un artículo anterior. Me quedé pensando de qué manera nosotros seguiríamos el ejemplo de Dios. ¿Cómo aman los cristianos al mundo?

Antes que nada habría que señalar que los cristianos – en general – aman primero lo propio, lo de ellos. Primero Jesús. Después su familia. Después los hermanos y hermanas de su comunidad cristiana (hay veces que no queda tan claro si aman más a la institución o a las personas).

Después, los hermanos y hermanas de otras comunidades cristianas. A sus conferencistas preferidos, a sus músicos o “salmistas”, a sus autores favoritos de libros y a todo aquel que viva y proclame lo cristiano.

Yendo ya a lo de afuera: aman al mundo, pero uno hallaría ciertos niveles:

Primero, a todos aquellos que nombran a Dios aunque no sean personalmente creyentes. Después, a toda la gente que hace bien las cosas, que ayuda a otros y que se porta bien aunque, dicen ellos, el que las hagan no los va a salvar.

Luego, a todos aquellos que escuchen el mensaje, sin atacar al mensajero. No como ocurrió a aquel misionero que fue muerto a flechazos en la isla de North Sentinel en la bahía de Bengala – hoy hay una encendida discusión a nivel institucional sobre si es un mártir o fue una persona tremendamente imprudente. En seguida vendrían los regímenes autoritarios que prohíben y o persiguen a los cristianos.

Bien al final de la lista (según la modesta experiencia de este observador) estarían las personas que pecan en lo sexual, esto es, adúlteros, fornicarios y homosexuales. También, en sintonía con los tiempos actuales, a quienes adhieren a la ideología de género. Podrían hallarse aquí también los que promueven el aborto, el divorcio, la eutanasia y asuntos parecidos. Estas personas serían un poco más amadas por los cristianos si dejaran esas posturas. Entrarían en la categoría general de las personas no creyentes pero que se portan bien.

Parece haber una suerte de gradualidad en la forma y en la cantidad de amor que los creyentes otorgan al mundo. Como de más a menos. La cuestión es que en ciertos casos el amor se corta en alguna parte.

Así que otra vez: ¿a quiénes amamos?, ¿cómo los amamos? ¿los amamos en realidad?

Juan 3:16 no parece admitir una gradualidad como se lo explica Jesús a aquel importante creyente.

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