El 1 junio de 2011, en el sitio de su Asociación Evangelística, Billy Graham escribió:
“Recuerdo una vez que estaba predicando en África a un grupito de una tribu. Se me dijo que esa tribu no había oído mucho del evangelio y quise presentar un sencillo mensaje evangélico… El domingo siguiente iba a predicar en la iglesia parroquial de Great St. Mary en la Universidad de Cambridge en Inglaterra, y pensé: “Voy a hacer una prueba. Voy a predicar en Cambridge el mismo sermón sencillo que prediqué a la tribu africana.” Y así lo hice. Ese domingo muchos de los estudiantes llegaron a conocer a Cristo como Señor y salvador.”
Aún sus detractores han concedido que Billy Graham predicó un mensaje que pudiera ser entendido por todas las personas y efectivo en sus resultados. Esta sencillez no pocas veces desagradó a algunos pensadores cristianos que veían que sus palabras no interpelaban a la elite intelectual y cultural.
Según algunos cálculos, unos cien millones de personas han oído sus mensajes en persona; eso sin contar a quienes le han oído por radio y televisión. Unos dos millones de personas han entregado sus vidas a Cristo pasando al frente de la plataforma donde predicaba.
En una ocasión el apóstol Pedro escribió:
…como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dad, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, entre las cuales hay algunas difíciles de entender…” (2 Pedro 3:15-16)
Deducimos de estas palabras que Dios, en su multiforme gracia, ha levantado personas con distintas capacidades para predicar y dar a entender el Evangelio de Jesucristo. En la misma época en que Billy Graham realizaba sus grandes campañas, hombres como Francis Schaeffer, Glenn Martin, Os Guinness, H.R.R.Rookmaker presentaban la verdad de Dios al complejo mundo de la academia y la intelectualidad. No todas las personas que Dios elige hablan del mismo modo o pueden comunicarse con todas las personas. Pese a ello, el Evangelio no ha quedado sin testigos.
Billy Graham ha sido mensajero de Jesucristo a millones de personas que posiblemente no hubieran entendido las palabras de filósofos y pensadores cristianos como los que hemos mencionado.