Había en una escuela un muchacho tan indisciplinado que el maestro, después de haberle aconsejado  y castigado muchas veces sin resultado, tuvo que, finalmente, expulsarlo.

Al día siguiente, acudió la madre del muchacho a suplicar al maestro que lo admitiera de nuevo:

Ante los ruegos insistentes de la triste mujer, el maestro se conmovió. Sin embargo, sabía que la readmisión del muchacho malo volvería a ser causa de disgustos y malos ejemplos, lo cual él no podía consentir. Finalmente, una idea le vino a la mente.

Después de unos minutos de silencio en que sólo se oían los sollozos  de la madre, se oyó una vocecita:

La madre se fue y el incorregible muchacho se sentó a lado de su fiador.

Ese día no hubo castigo para  Tomás, ni tampoco al día siguiente. Después de aquel momento un cambio maravilloso se operó en el muchacho mayor, siendo su conducta cada vez más satisfactoria.  Consideraba como cuestión de honor que su pequeño fiador no fuese castigado por culpa de él, y lo que ni las amonestaciones y castigos del maestro ni las lágrimas de la madre habían podido lograr fue conseguido por la actitud de su pequeño compañero.

Con el tiempo el muchacho llegó a ser ayudante en la escuela y más tarde misionero en el África, donde pasó el resto de su vida hablando de aquel otro Fiador que llevó el castigo de nuestros pecados,  cuyo amor y sacrificio es el único móvil capaz de transformar nuestras vidas.

No son pocos los casos de niños, y aún personas adultas, que cambian su comportamiento cuando son tratados con amor. En este caso, el muchacho que tenía un comportamiento problemático, vio cómo había alguien dispuesto a sacrificarse para que él tuviera nuevamente la oportunidad de asistir a  la escuela.

¿No te ha pasado que cuando alguien te ama te esfuerzas por ser mejor cada día y procuras no decepcionarlo?

Ese mismo debe ser nuestro comportamiento hacia Dios, quien por amor a nosotros mandó a su Único Hijo para que asumiera las consecuencias de nuestras faltas y transgresiones y muriera en una cruz por amor. Él siendo inocente se encargó de pagar nuestras culpas.

“En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados” 1 Juan 4:10  (NTV)

Si realmente hemos entendido el mensaje de amor de Dios, procuraremos no sólo retribuirle su amor siendo buenos hijos suyos, sino que haremos lo mismo por los demás, demostrándoles con nuestros actos que los amamos más allá de sus defectos e imperfecciones. El amor puede mucho más que las reprensiones o los castigos y prueba de ellos son los millones de personas que cambiaron al experimentar el amor de Dios y del prójimo.

El amor es uno de los instrumentos más poderosos que tenemos para transformar la vida de los demás. ¡No esperes más, ve y ama como Jesús nos enseñó!

 

El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario