Hace un buen tiempo recibí una tarjeta de amistad de una amiga muy apreciada y, a pesar de que han pasado algunos años, la tengo hasta ahora. Tiene mucho valor para mí porque  me recuerda el inicio de mi relación con Dios al aceptar a Jesús como mi Salvador y el amor infinito que me tiene a pesar de mis errores.

Es una pequeña y sencilla tarjeta, pero lo que es más apreciado para mí, es el mensaje que tiene, es una parte de las riquezas que guardo con amor; por el valor espiritual, por los recuerdos que me trae del amor de Dios y de las amistades que han bendecido mucho mi vida.

Así como atesoramos cosas que van relacionas con momentos o personas debemos  guardar las Escrituras: “Que el mensaje de Cristo permanezca siempre en ustedes con todas sus riquezas…” (Colosenses 3:16 DHH), pues estas son las que marcan nuestra vida, con un antes y un después, con el principio de una nueva oportunidad y la transformación de nuestro ser en todo aspecto.

Atesorar no sólo es guardar en un lugar seguro o llevar con nosotros ese especial tesoro, sino también es vivirlo para que brille en medio de la obscuridad y pueda resaltar el amor que Dios ha puesto en nuestra vida.

Si bien todos poseemos la Biblia en nuestra casa, ¿tenemos la Palabra de Dios en nuestro ser? Si nos cuesta pero tenemos en el corazón la necesidad pidamos a Dios que nos ayude, Salmos 119: 34-36 dice: “Dame entendimiento para guardar tu enseñanza; ¡quiero obedecerla de todo corazón! Llévame por el camino de tus mandamientos, pues en él está mi felicidad. Haz que mi corazón prefiera tus mandatos a las ganancias mal habidas.”

Que la riqueza que tengamos sea principalmente la Palabra de Dios puesta en acción en nuestra vida.

“He guardado tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti.” Salmos 119: 11 DHH

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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