Hoy podrías haber despertado con una tristeza inusual, algo que te angustia o preocupa está dejando tu corazón inquieto. Lo cierto es que cada persona tiene diferentes situaciones que tiene que afrontar y, muchas veces, consumen la paz.

El Rey David expresó su angustia cuando sus enemigos y Saúl lo perseguían, en el Salmo 18:4-5 dice: “Me rodearon ligaduras de muerte, Y torrentes de perversidad me atemorizaron. Ligaduras del Seol me rodearon, me tendieron lazos de muerte.”

El sentirte inseguro y frágil es normal cuando vemos el problema más grande que nuestras propias fuerzas, y verse impotente interrumpe nuestra fe. Sin embargo, lo importante es no quedarse en ese estado, pues mientras más tiempo nos quedamos en ese lugar nuestra angustia crecerá y podríamos terminar muy mal.

Versículos posteriores al Salmo 18:6 dice: “En mi angustia yo invoqué al Señor, y clamé a mi Dios. Mi clamor llegó hasta sus oídos y desde su Templo oyó mi voz. Desde lo alto su mano me tomó, y me rescató de las aguas profundas.”

“Clamar” significa grito de auxilio, pedir una cosa con pasión y desesperación. Cuando una persona está necesitada de socorro, cuando sufre un accidente, no le importa gritar lo más fuerte posible porque sabe que si no se deja escuchar nadie correrá a ayudarlo.

Cuando estés necesitado, no le pongas límite a tu súplica a Dios, búscalo de todo corazón y recibirás su mano de ayuda, así como David la recibió: “Extendió la mano desde lo alto y me tomó; me sacó de las muchas aguas. Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían, pues eran más fuertes que yo. Se enfrentaron a mí el día de mi infortunio, mas el Señor fue mi sostén.” Salmos 18:16-18 (LBLA).

¡Alégrate! pon tu confianza en Aquél que todo lo puede y quien te escucha en todo tiempo.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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