Cuenta A. Almudévar, que un joven fue enviado al campo para ver si ya estaba a punto para ser segado, el muchacho volvió a su padre y le dijo:

–          Me parece que la cosecha será muy pobre, padre mío.

–          ¿Por qué? preguntó éste.

–          Porque he notado que la mayor parte de las espigas están dobladas hacia abajo, como desmayadas,  seguramente no valen nada.

–          ¡Qué ignorante eres mi pequeño hijo! – le dijo su padre- has de saber que las espigas que viste dobladas, lo están  por el peso del grano, en tanto que las que están levantadas,  rectas hacia el cielo, pueden hacerlo porque están medio vacías.

Así, en la vida de los hombres, cuando alguno levanta la frente orgullosamente, es porque su insensatez lo guía. El hombre sabio, mientras más conoce, más siente la humillación de lo que le falta saber.

El hombre verdaderamente noble de corazón, no puede enorgullecerse  de ello, porque conoce cuánto más humilde debería ser.

Una persona verdaderamente sabia entiende  lo pequeño que es su conocimiento y  lo mucho que aún desconoce; es por eso que sabe guardar silencio y no anda presumiendo,  puede actuar sin hacer alardes y entiende la importancia y el valor  de respetar a los demás.

Existe mucha gente que por haber obtenido un certificado, tener una empresa prestigiosa, lograr el puesto deseado, creen saberlo todo, miran a los demás desde arriba, olvidando que la verdadera grandeza de las personas radica en la humildad.

Dios nos manda a esforzarnos y ser valientes  y, sin duda alguna, Él bendice la mano diligente, pero existen personas que creen que todo se lo deben a ellos mismos, a su esfuerzo, a su inteligencia, a su habilidad en los negocios, etc. olvidando que todo lo que somos y lo que tenemos se lo debemos a Él.

Tristemente, no son pocas las personas que en tiempo de necesidad buscan a Dios, asisten a sus iglesias, leen la Biblia  e inclusive ingresan a estudiar en algún seminario, pero cuando empiezan a alcanzar sus metas y se sienten exitosos, automáticamente se alejan de Dios y comienzan a enaltecerse.  Pero lo cierto es que Dios nunca respaldará un corazón orgulloso.

“Aunque el Señor es grande, se ocupa de los humildes, pero se mantiene distante de los orgullosos” Salmos 138:6 (NTV)

No importa lo mucho o poco que hayamos logrado en nuestra vida, lo importante es saber reconocer que Dios es el autor de todas las bendiciones, los éxitos y metas alcanzadas y mantenernos humildes, sabiendo que Él honra la sencillez de corazón.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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