Ruth Paxson, misionera en China a principios del siglo anterior, contaba acerca de una mujer que subió a un tren con ella en Finlandia. Lo primero que la señorita Paxson vio fue su radiante rostro, pero luego se dio cuenta de que la mano derecha de la mujer estaba cortada y que en su lugar los cirujanos habían puesto un gancho de acero.
Después de conversar con ella durante un tiempo, la señorita Paxson supo que su compañera de viaje había sido misionera en la India, que había enfermado de los pulmones y había sido enviada de vuelta a su país para morir allí.
De vuelta a su Finlandia natal, compró una granja y se dedicó a trabajar en ella y un día mientras lo hacía, su manó quedó atrapada en la trilladora. Lo que más le impresionó a la conocida misionera y escritora Ruth Paxson fue lo que le dijo la accidentada al contarle lo sucedido: “Cuando me corté la mano, de inmediato puse la mirada arriba y le dije a mi Señor: ¿Qué quieres que haga ahora que me he quedado sin mi mano derecha? No te pregunto qué clase de trabajo ni por qué me ha sucedido esto; solamente te pido que me enseñes qué es lo que ahora puedo y debo hacer”
Dios la empleó convirtiendo su granja en un hogar para ancianos cristianos y su ánimo optimista y confiado en el Señor fue una bendición para muchas personas que terminaron sus vidas animados por la fe de aquella mujer que apenas podía dirigir el hogar y hablar a aquellas almas que se dirigían a la eternidad.
Al igual que la misionera finlandesa, muchas veces emprendemos proyectos que se ven frustrados y no entendemos los motivos por los cuales estamos atravesando todos esos problemas.
Si bien volver a su tierra natal restableció la salud de la misionera, perdió la mano derecha en el accidente que tuvo. Ella podría haber interrogado a Dios y haberle preguntado el por qué de su enfermedad, de su accidente y quizás haber vivido deprimida. Sin embargo, su actitud fue otra, quiso saber qué es lo que Dios quería que hiciera, cuál era su propósito.
Muchas veces, cuando experimentamos giros inesperados en nuestras vidas, nos enfocamos en lo que estamos viendo ese momento y le reprochamos a Dios todo, sin pensar que Él puede tener un mejor plan para nuestras vidas.
Dios quería que la misionera finlandesa sirviera a ese grupo de personas que se encuentran en la recta final de sus vidas y que muchas veces no tienen una vejez buena. ¿Era importante llevar las buenas nuevas a India? Sí, sin duda era una gran labor pero Él la necesitaba en su tierra natal. ¿Hacía algo malo trabajando en su granja? No, claro que no pero los planes de Dios eran más altos que los de ella.
Más allá de las circunstancias, ella sabía que su Padre tenía un plan mejor y su meta era hacer Su voluntad, así que ante las grandes pruebas que enfrentó sólo buscó conocer el plan de Dios. Si ella se hubiera amargado por lo que le sucedía muchos ancianos hubieran terminado sus días de una manera diferente.
“Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos” Romanos 8:28
¿Te has preguntado qué desea Dios de ti? ¿Cuáles son sus planes para tu vida? Mientras tengas claro tu propósito en esta vida, podrás afrontar todos los problemas que se te presenten, con la certeza de que Dios está en control y todo ayuda a bien a los que en Él confían.
No siempre es fácil, a veces es frustrante y doloroso pero podemos estar seguros de que los planes de Dios siempre son mejores que los nuestros.
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.