“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Efesios 4:32 (RVR1960).
Ya habíamos hablado sobre el perdón, comentábamos que el mismo es una decisión que debe tomarse en obediencia a Dios y por el bien de uno mismo.
En realidad, perdonar no favorece tanto a la otra persona como a uno mismo, puesto que al hacerlo somos nosotros quienes dejamos ir sentimientos negativos que solo dañan nuestro ser, tales como la ira, enojo, resentimiento e incluso amargura.
Si aún no te decides a perdonar a quienes te lastimaron, te animo a dar el paso, para que tu corazón sea sanado y puedas ser restaurado por Dios.
Por Cesia Serna.
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