Edwin Antonio Valero Vivas fue un boxeador que empezó a cosechar grandes triunfos a muy temprana edad. Consiguió 18 victorias consecutivas por nocaut en el primer asalto, sumando en total 27 peleas sin derrotas durante toda su carrera. Pero no todo en su vida fue triunfo y victoria.

Valero fue arrestado luego de amenazar al personal médico del hospital al que acababa de ingresar su esposa con varios hematomas en el cuerpo, un neumotórax y una perforación en el pulmón producto de una costilla rota. Aunque ella afirmó que las heridas fueron causadas al caer accidentalmente por las escaleras, los doctores pusieron en duda esta versión. El boxeador tuvo que presentarse en los tribunales y se declaró alcohólico por lo que estuvo 5 días en el hospital para su desintoxicación.

Un tiempo después Valero se encontraba viajando junto a su esposa, pero alrededor de las 5:30 de la madrugada el boxeador bajó a la recepción del hotel donde se hospedaban para explicar al personal algunos hechos violentos que habían tenido lugar en la habitación. De inmediato se dio parte a la policía quienes a su llegada encontraron a su pareja con múltiples heridas de arma blanca.

Aquel hombre que fue una vez aclamado por su destreza en el cuadrilátero estaba siendo arrestado y trasladado a un centro penitenciario para esperar el juicio en su contra por asesinato, pero tristemente en la madrugada del día siguiente fue encontrado muerto. Edwin Valero se había ahorcado usando sus propias prendas de vestir.

Esta es una de tantas historias lamentables de personas que a primera vista pareciera que tuvieran el mundo a sus pies por todo lo que han alcanzado: Dinero, fama y fortuna. Destreza en alguna disciplina deportiva, habilidades que los hacen diferentes ante los demás, fuerza física y hasta inteligencia, pero por su falta de domino propio terminaron perdiéndolo todo.

Proverbios 25:28 dice: “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.” Versión Reina-Valera 1960

La Biblia nos muestra la importancia de aprender a dominarnos a nosotros mismos. Es incluso más importante que obtener cualquier triunfo o cualquier tipo de riqueza o cualquier premio, ya que no sirve de nada ganar el mundo si uno acaba perdiendo el alma.

1 Corintios 9:27 dice: “Al contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros.” Versión Dios Habla Hoy  

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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