Cuentan que un niño fue una vez a una escuela de chicos de escasos recursos; en el lugar le lavaron la cara y al volver a su casa la madre, viendo el rostro tan limpio del pequeño, no pudo menos que creer que el suyo estaba bastante sucio, así que se lavó también.

Cuando el padre vio las dos caras limpias; se lavó igualmente. Luego comparó desfavorablemente el  cuarto en el que vivían  con las caras limpias, de manera que la madre se puso a  fregar y limpiar el polvo.

Otra mujer que vivía en otro cuarto en la misma casa, viendo el cambio de sus vecinos, se decidió a emplear los mismos medios de limpieza. Pero el cambio no se limitó  a estas  dos familias sino que toda la vecindad se reformó. Y todo esto fue el  resultado de haber lavado la cara a un pequeño.

Lavarle el rostro a un pequeño puede parecer una acción casi insignificante, podríamos creer que más allá de evitar enfermedades y de que se vea bien no hará ningún otro cambio significativo, lo cual es una gran mentira.

Cada una de  nuestras acciones tiene repercusiones y muchas veces no llegaremos a conocer el alcance que tuvieron, pero sin duda habrán afectada la vida de una o más personas. Nunca olvides que aún la cosa más mínima  que hagas puede cambiar la vida de alguien, edificándola o destruyéndola. Y lo mismo sucede con nuestras palabras, todo aquello que digamos repercutirá en los demás.

Las familias en las que hay amor y respeto tienen niños que tratan de la misma forma a los demás; y aquellas en las que la violencia física o verbal está presente tienen miembros agresivos con otros y esto tiende a ser una cadena en crecimiento.

Procuremos que nuestras palabras y acciones transformen la vida de los demás, que puedan verse en nosotros como en un espejo, que podamos inquietarlos a cambiar y a ser mejores, a corregir sus caminos y ayudar a otros.

“Por lo tanto, imiten a Dios en todo lo que hagan porque ustedes son sus hijos queridos.  Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios”. Efesios 5: 1, 2 (NTV)

Busquemos que en todo tiempo ser buenos imitadores de Dios, que nuestras vidas reflejen su amor y podamos ser agentes de cambio de personas, familias y hasta comunidades.

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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