“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.” – Apocalipsis 2:4

Seguramente recuerdas, al igual que yo, a este curioso personaje que podíamos ver en la serie “Batman”. Se trataba de un villano malvado que tenía un insólito problema que le impedía vivir a temperaturas normales del ambiente. Por dicha razón debía mantenerse en un clima muy frío contando para esto con un traje especial que le permitía superar esta anomalía. Su arma de ataque era congelara sus enemigos, logrando de esta manera que otros se sientan tan fríos e infelices como él.

Pensando en esto y aunque se trata de una serie televisiva, vemos que las armas que atacan actualmente a un creyente no son demasiado diferentes. ¡Cuántas veces vemos personas entusiastas, en todas las áreas de la vida, tienen proyectos, sueñan, pero al tiempo algo los desanimó y los vemos postergando sus sueños y sin esperanza!

Tal es el caso de algunos jóvenes que comienzan una relación de noviazgo con mucho entusiasmo, se los ve muy bien y parecen muy enamorados, pero en algunos casos esto no se mantiene con el paso del tiempo. Entonces ya no se sienten como al principio y lo que antes veían como una característica simpática en el otro, ahora parece haberse transformado en un defecto que se vuelve insoportable. Cuando se les pregunta las razones de este cambio generalmente lo explican diciendo: “se enfrió el amor”.

También nos encontramos con otros, muy activos en la iglesia, que se anotan en cuanto proyecto existe, los vemos entusiastas, queriendo hacer cosas nuevas, bien involucrados, sin embargo un tiempo después parecen desanimados, dudando y sin ganas de seguir. En otros casos, la situación llega a tal punto que dejan de asistir a la iglesia, abandonando las actividades que hasta hace poco le apasionaban. ¿Qué pasó, por que cambiaron tanto? Es probable que los haya atacado el capitán frío, pero no el de Batman, sino el enemigo que tiene como arma predilecta enfriar la vida espiritual de muchos creyentes.

Una de los dificultades mas frecuentes con la que tenemos que batallar es las de evitar el enfriamiento espiritual. Un creyente puede enfriarse cuando:

– Pierde la fe por los golpes y circunstancias de la vida.

– Quiere seguir a Dios, pero al mismo tiempo continúa haciendo cosas que lo alejan de El.

– Comienzan a ver defectos en las autoridades y miembros de las iglesia, considerando que si lo escucharan a él las cosas irían mucho mejor.

– Critica, murmura, habla de todos y muchas veces sin la menor piedad.

– La oración dejó de ser una prioridad y la remplaza por otras cosas o actividades, que los distraen quitándole el tiempo de intimidad con Dios.

– Permite situaciones de pecado, las que antes eran claramente inaceptables.

–  Escucha a todos los que ya se han enfriado en busca de confirmación de que él está en lo correcto.

Entonces los escuchamos decir: ya no siento lo mismo que antes, no sé qué me pasa, buscan la culpa en otros, ponen excusas, piensan en cambiar de iglesia, aunque íntimamente reconocen cierta responsabilidad en su situación de enfriamiento espiritual.

Tal vez te sientas identificado con alguna de estas situaciones, si es así, y consideras que te has enfriado, la solución está al alcance de tu mano. Así como el hielo no soporta el calor, ya que comienza a derretirse, de igual forma, todo enfriamiento espiritual, deberá ceder cuando recuperes el fuego de tu relación con Dios. Quizás es tiempo de preguntarnos ¿cuando comenzó el enfriamiento? ¿Qué hacíamos antes cuando estábamos lleno de fe y entusiasmo? ¿qué actividades teníamos?, ¿cuáles eran nuestros amigos y cuales nuestras prioridades? De tal manera encontrarás los pasos que necesitas dar para recuperar el fuego y la pasión que te lleven a vivir la vida abundante que Dios tiene preparada para ti.

Por Daniel Zangaro

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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