Se cuenta que en una ocasión un hombre pasó varios días en un lujoso hotel noruego. Había muchos huéspedes que buscaban allí descanso y placentera vacación. Todo era ideal, si no fuese por una niñita que, empezando a estudiar música, insistía en usar el piano con frecuencia. Tocaba el piano con un dedo: una nota y un discorde. Con el natural resultado que cuando los otros huéspedes veían a esta niña acercarse al piano, de común acuerdo salían a gozar del aire libre, dejándola dueña del salón.

Un día, llegó a ese mismo hotel un renombrado músico, que, enseguida se dio cuenta de la situación.

En vez de ausentarse o escapase como los otros, un día él se sentó al lado de la  niña, y cada vez que ella tocaba una nota, él atacaba un acorde de música exquisita. Ella tocaba otra nota, y otra y otra, mientras él continuaba introduciendo un acompañamiento encantador. La música alcanzó a los huéspedes que, por primera vez, oían sonidos armoniosos emanar del piano, e intrigados volvieron. La niña siguió su ejercicio y el músico prodigando su acompañamiento y, cuando ella hacía un discorde más terrible, él improvisaba un arranque de armonía más sublime.

Así siguieron durante veinte minutos y luego el pianista, tomando la mano de la niñita, dijo: Señoras y señores, deseo presentarles a la señorita a quien ustedes deben el concierto de esta tarde.

La niña sabía perfectamente que ella no era quien había producido la música, pero todos dieron muestras de agradecimiento al músico.

Lo mismo sucede en nuestras vidas, normalmente tratamos de sacar melodías con nuestros limitados conocimientos y nos esforzamos pero no vemos que pase nada. Sin embargo, una vez que permitimos que Dios se siente a nuestro lado y sea parte de nuestra vida, aún nuestras más desafinadas notas suenan maravillosamente.

Muchas veces, por mucho que lo intentamos, las cosas no salen como queremos; sin embargo, cuando permitimos que Dios sea parte de nuestras vidas, cosas increíbles empiezan a suceder.

Deja de estar esforzándote por salir adelante solo y permite que Dios sea el que tenga control de tu vida. Él irá arreglando los acordes que toques mal, el Espíritu Santo de irá enseñando incluso a cómo orar y verás cómo alcanzas metas que quizás te parecían perdidas.

“Además, el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y el Padre, quien conoce cada corazón, sabe lo que el Espíritu dice, porque el Espíritu intercede por nosotros, los creyentes, en armonía con la voluntad de Dios. Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos Romanos 8:26-28 (NTV)

Permite que Dios sea quien te enseñe, te guíe, arregle lo que está mal, sea tu ayudador y cumpla su propósito en tu vida.  Pero cuando veas cómo tu vida alcanza nuevos niveles, no olvides agradecer y reconocer que es Él el autor de todos tus logros, porque si no tocaran juntos, tu vida seguiría sonando desafinada como antes.

 

El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario