En momentos en que sentimos el alma afligida, cuando el corazón duele por una gran pérdida, un desengaño, un fracaso, tendemos a retraernos y damos rienda suelta a pensamientos y emociones negativas, sin darnos cuenta imaginamos situaciones y escenarios irreales, que sólo empeoran nuestro estado de ánimo; pasamos de la tristeza al enojo, del desánimo al cansancio y cuando tomamos conciencia, ya estamos buscando culpables sobre quienes descargar nuestras emociones.

¿Te suena familiar? ¿Alguna vez pasaste por algo así? Creo que todos alguna vez atravesamos por algo similar. Sin embargo, no es el único camino, tenemos 2 opciones a escoger; de cada uno depende la forma en la que enfrentará sus circunstancias.

Una de ellas es bastante sencilla de seguir, de hecho no se tiene que hacer mucho, simplemente se sigue el curso negativo que la mente ya tomó. Lo lamentable de este camino, es que con el tiempo, uno termina con una pérdida mayor de la que tuvo en un  inicio.

La otra forma, requiere autodisciplina y esfuerzo, porque debes recordarte muchas veces que ni pensamientos ni emociones negativas deben hacer presa de ti, pero esto es algo que sólo podemos conseguir con la ayuda de Dios.

En la Biblia dice: “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.” Salmos 42:5 (RVR1960).

El autor se cuestiona porqué afligirse o entristecerse, si puede confiar en Dios.

Sigamos el ejemplo del salmista y tomemos la decisión de esperar en Dios y alabarlo aún a pesar de enfrentar una difícil situación, con seguridad Él nos escucha y nos dará la paz que necesitamos.

“Oh Señor, óyeme cuando oro; presta atención a mi gemido.  Escucha mi grito de auxilio, mi Rey y mi Dios, porque solo a ti dirijo mi oración.” Salmos 5:1-2 (NTV).

Por Cesia Serna

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario