Se cuenta de un muchacho que plantó cierta cantidad de semilla de una preciosa flor que le fue traída de tierras lejanas.
La persona que se las había regalado, hizo tantos elogios de la hermosa flor que brotaba de tales semillas que el muchacho estaba muy impaciente por tenerlas en su jardín; por tal motivo bajaba cada mañana y escarbaba la tierra para ver si ya aparecían las pequeñas plantas que con tanto afán esperaba. De este modo arruinó completamente su plantación y nunca vio ninguna de estas flores que tan ansioso estaba de obtener.
A veces somos como el muchacho, que impacientemente tomamos acciones que no solamente no ayudan, sino que dañan las bendiciones del Señor; en nuestro afán por verlas hechas realidad dañamos el proceso y no llegamos a ver su cumplimiento.
En Hebreos 10:36, dice: “Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora para seguir haciendo la voluntad de Dios. Entonces recibirán todo lo que él ha prometido” (NTV) Si hacemos caso a nuestra ansiedad y empezamos a hacer las cosas a nuestra manera y no a la de Dios, no podremos ver sus promesas cumplidas en nuestras vidas.
No intentes ayudar a Dios para que sus promesas se adelanten, confía en sus tiempos y espera pacientemente, porque Él nunca llega tarde y si dijo que lo hará, así será.
Que la impaciencia no arruine las promesas que Dios tiene para tu vida. Espera en Él.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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