Un varón hablando con una mujer, la cual dijo que quería creer en Jesús pero que no sabía cómo. Él le preguntó:

   – ¿Desde cuándo es usted la Sra. de Fernández?

   – Contestó ella “Desde que me casé con el Sr. Fernández” y siguió preguntando ¿Cómo llegó a ser usted la Sra. De Fernández?

   – Bueno, respondió: cuando nos casamos y me preguntaron: ¿Quieres a este hombre como esposo?

  – Y ¿usted qué respondió? Acaso dijo: ¿Que lo pensaría o que no estaba seguro, que no era suficiente buena para darle una respuesta en ese momento?

   – ¡Claro que no! Acepté de inmediato

   – Entonces Sra. Fernández, es así de sencillo, crea que Dios hoy le pregunta ¿Quieres aceptar a mi Hijo como tu Salvador?

  – A lo que ella respondió: ¡Sí, quiero!, qué sencillo fue, creí que debería hacer mucho más para que Jesús sea mi Salvador, terminó.

Una pareja de enamorados que ha decidido compartir toda su vida junta se compromete  y contraen matrimonio, desde ese momento son una sola persona y como tal viven para agradarse en amor, respeto y muchos otros componentes importantes que hacen que el matrimonio sea placentero.

Dios también se comprometió con nosotros desde el día que lo aceptamos, que lo invitamos a morar en nuestra vida y su amor es infinito; su misericordia hace que tengamos seguridad que somos de Él.

Pero hay situaciones que pueden hacernos dudar e incluso momentos donde nos alejamos y endurecemos nuestro corazón a su voz, para que esto no ocurra debemos tener presente que como hijos tenemos bendiciones pero también obligaciones, dice en Romanos 8: 5-6 NTV “Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las cosas que agradan al Espíritu. Por lo tanto, permitir que la naturaleza pecaminosa les controle la mente lleva a la muerte. Pero permitir que el Espíritu les controle la mente lleva a la vida y a la paz.” El Espíritu Santo es el que nos da la seguridad y también el que dirige nuestro andar. Dios quiere que tengamos la certeza que somos sus hijos y que lo demostremos con nuestra vida cada momento.

Tu seguridad depende de cuán estrecha es tu relación con Dios, esfuérzate pero también no dejes de acudir a sus brazos cuando te equivocas.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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