Un pastor, que había predicado sobre los últimos versículos del capítulo 40 de Isaías, fue  a visitar una granja en la cual vio, al pasar delante del gallinero, una extraña gallina de color parduzco.

-Nunca había visto gallinas de ese color. ¿De dónde la obtuvieron ustedes? – Dijo el visitante acercándose al gallinero para observar mejor.

-Le contaré la verdad- declaró el granjero- No es una gallina, es un águila, la encontré caída del nido y la he criado con las gallinas.

-Es verdad –declaró el visitante y, queriendo dar una lección práctica al granjero y a los otros miembros que habían escuchado su sermón, insinuó al propietario del ave– ¿Quisiera vendérmela usted?

-Se la regalo con mucho gusto, ¿pero qué hará usted con ella?

El pastor tomó el águila que le fue entregada con una sonrisa y echándola al aire exclamó:  -¡Eres un águila, pórtate como tal!

Pero el águila no acostumbrada a volar había perdido sus facultades y aunque extendió sus alas no hizo sino planear y caer en tierra.

Recogiéndola, el pastor volvió a arrojarla al aire con más fuerza, pero el ave cayó nuevamente en tierra como la primera vez.

Tomándola de nuevo, el pastor pidió al granjero le permitiese subir a la azotea más alta de la casa, donde repitió el experimento, con el resultado de que esta vez el águila extendió sus alas pareciendo planear, pero remontando el vuelo desapareció, perdiéndose como un punto lejano en el azul del cielo.

-He aquí la mejor ilustración de mi sermón, dijo el pastor, cuántos hijos de Dios con gloriosas facultades espirituales han perdido el hábito de volar, entreteniéndose en el corral de este mundo en picotear los placeres carnales cuando tienen facultades para vivir, por la fe, en las alturas a que les da derecho su alta vocación espiritual.

Muchos de nosotros, en diferentes momentos de nuestras vidas, nos encontramos como el águila, conformándonos con el lugar que nos han impuesto, acomodándonos a las circunstancias y costumbres de las personas que nos rodean y con el tiempo, vamos permitiendo que nuestras facultades y los dones especiales que nos dio Dios se vayan apagando.

Nunca nadie dijo que sería fácil pero si Dios depositó un sueño en ti y te dio dones y talentos es tiempo de desplegar tus alas y volar. Conquista nuevas alturas. Dios estará contigo siempre, renovando tus fuerzas.

“¿Acaso nunca han oído? ¿Nunca han entendido? El Señor es el Dios eterno, el Creador de toda la tierra.  Él nunca se debilita ni se cansa; nadie puede medir la profundidad de su entendimiento. Él da poder a los indefensos  y fortaleza a los débiles. Hasta los jóvenes se debilitan y se cansan, y los hombres jóvenes caen exhaustos. En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas;  volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán”. Isaías 40:28-31 (NTV)

No esperes más, ¡extiende tus alas y vuela! No te conformes con vivir en un gallinero cuando Dios te hizo para los cielos.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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