Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.” Romanos 5: 20-21.

El propósito de la ley nunca fue salvar a la humanidad, sino dejar al descubierto la condición pecaminosa del ser humano y su extrema necesidad por Cristo. (Juan 2: 2) La ley, entonces vino a sacar a la luz todo lo que había en lo oculto para mostrar claramente la verdadera situación del hombre después de la caída. Hoy en día vemos abundancia de pecado a distintos niveles y lo mas llamativo que a nadie le sorprende que quede al descubierto un nuevo hecho de corrupción o ver en las noticias tan variados ejemplos de la maldad humana. Es como si ya nos hubiéramos acostumbrado a todo esto y lo tomamos como algo habitual que forma parte de nuestras vidas.

Pero ante esta situación Pablo nos deja una frase que quizás puede verse como el punto principal de este capítulo. Nos dice que cuando abunda el pecado sobreabunda la gracia. Vivimos en un mundo donde reina el pecado, por algo el apostol Pedro nos advirtió: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. (1 de Pedro 5:8). Los efectos del pecado son nefastos y contagiosos, lejos de aplacarse, cada día parecen ir en aumento hasta afectar el pensamiento humano que lo termina incorporando como algo normal. Pero al mismo tiempo que esto sucede, la gracia se multiplica hasta sobreabundar, superando ampliamente las desvastadoras consecuencias del pecado.

Por lo tanto si la ley multiplicó la transgresión, de igual forma y de manera sobreabundante, la gracia de Dios ha sido multiplicada sobre nosotros. Grandes hombres de Dios han conocido y disfrutado de ella, tal es el caso de Pablo, San Agustín, Lutero, Juan Bunyan y tantos otros. La justicia de Dios ha sido completamente satisfecha con la muerte de Cristo. Todo pecador que está dispuesto a creer en Jesús, tiene vida eterna por medio de El lo cual hace posible el proceso de santificación del pecador. No es fácil entender la gracia, quizás porque estamos acostumbrados a que el mundo funciona de otra forma. Entonces trabajamos, estudiamos, nos preparamos para alcanzar metas y cuando lo logramos sentimos que lo merecíamos, ya que todo ha sido fruto de nuestro esfuerzo.

Sin embargo, la realidad en el mundo espiritual es que no nos podemos ganar nada, no habría manera de salvarnos por nuestras propias obras o merecimientos ya que todos participamos de la misma naturaleza caída y por lo tanto somos pecadores. Dios no funciona con la mera aplicación de la ley, sino que nos ofrece su gracia, la cual no todos están dispuestos a recibir. ¿Habrá algo más triste que ver a un esclavo que habiendo sido liberado, decide seguir viviendo en esclavitud?. De igual forma obramos cuando no somos capaces de recibir el precioso regalo que Dios nos da a través de Jesús. Por lo tanto, decídete a aceptar la gracia de Dios, lo cual implica humildad y el reconocimiento que con nuestras propias fuerzas no basta y que sin El nada podemos. Solo así podremos vivir la vida abundante que El nos ha preparado.

Por Daniel Zangaro

 
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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