Muchos esperamos poder llegar a la estatura de Cristo, tratamos cada día de ser mejores, pero no lograremos nada si no dejamos por completo lo que en realidad nos afecta y es de tropiezo para nosotros.

No podemos crecer ni presentarnos limpios ante nuestro Padre si no somos íntegros. Algo íntegro es una cosa que posee todas sus partes intactas o, aplicado en una persona, hace referencia a un individuo correcto, educado, atento, probo e intachable.

Un hombre pasaba por una avenida y vio a una persona que estaba a punto de ser atropellada por un carro y lo salva poniendo incluso en riesgo su vida. Muchos le aplaudieron, dijeron que no muchas personas se arriesgan así por alguien que ni conocen, etc., e incluso llegaron los medios de comunicación con la intención de hacer público ese heroico acto. El hombre se negó rotundamente a ser entrevistado y salió corriendo. No era por timidez o porque no le gustaban las cámaras si no porque él estaba siendo buscado por haber hurtado varias cosas tiempo atrás en su trabajo.

Acá podemos ver un hombre muy valiente, solidario, etc. que salvó a alguien, pero tenía aquello que no lo hacía integro: el robo que hizo.

Muchos creemos que con una noble acción estamos siendo dignos de ser llamados hijos de Dios, sin mirar que  Él quiere hijos íntegros, personas que sean intachables en todas las áreas de su vida.

“Tú, en cambio, sigue los pasos de los hombres buenos y permanece en los caminos de los justos. Pues solo los justos vivirán en la tierra y los íntegros permanecerán en ella.” Proverbios 2:20-21 (RVR-1960)

Nadie es perfecto y eso lo sabemos, pero intentemos seguir los pasos de Cristo que en todo lugar, en todo momento y en cada área de su vida, como hijo, como hermano, como amigo era bueno, era íntegro.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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