Cuentan que hace muchos años, llegó un misionero a una región de la selva donde el mensaje de salvación era completamente desconocido. Mientras viajaba pensó en qué debía  predicar para producir el mejor resultado posible. Parecía que una voz en su corazón le susurraba: “No les prediques otra cosa que no sea las escrituras”

Pronto llegó a su destino. El jefe de la tribu invitó a sus amigos a ir al pueblo. Con la ayuda de intérpretes el misionero leyó el capítulo uno de Romanos donde se encuentra la declaración de Dios acerca del corazón regenerado.

Casi desde el principio el jefe de la tribu se puso muy inquieto. Posó su mano en el puño de la espada que llevaba. Cuando el misionero estaba ya muy avanzado en su lectura, el indígena dio un paso hacia adelante y empuñando su daga, que relucía con los rayos vespertinos del sol, le gritó: “Cállese ya”. Como es natural, el misionero quiso saber  la razón del cambio tan brusco.

– Está bien que usted  nos hable acerca de su nueva religión. Pero lo que no me gusta es que haya puesto usted espías que me vigilen y  sepan lo que yo hago.

El misionero negó que esto  fuera cierto.

– Entonces- prosiguió el indígena – ¿cómo es que sabe usted todo lo que yo hago?

¿No te ha sucedido lo mismo alguna vez? Muchas veces vamos a la iglesia y el mensaje del pastor parece estar dirigido a nosotros, como si alguien le hubiera contado nuestros problemas. En otras ocasiones recibimos devocionales, artículos y mensajes que describen nuestra situación, un mensaje en la radio o en la televisión que aparenta estar hecho para nosotros e inclusive, sin importar cuánto tiempo  tengas como cristiano, ni cuántas veces hayas leído la Biblia, lo cierto es que siempre encontramos un pasaje que habla a nuestras vidas, en ocasiones son versículos que los hemos leído más de una vez pero parecen hablarnos de forma diferente.

Y eso es lo que hace la Palabra de Dios, penetra en nuestras almas y deja al descubierto hasta lo más íntimo de nuestros corazones.

“Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos”.  Hebreos 4:12 (NTV)

Quizás esa es una de las razones por las que tanta gente se opone a leer la Biblia, no soportan hablar ni escuchar acerca de las verdades que contiene porque los confronta y no todos están dispuestos a admitir sus errores ni a reconocer el poder que existe en estas palabras de verdad y mucho menos a cambiar de actitud.

Busca a Dios, lee la Biblia pero hazlo con un corazón rendido, humillado, con la disposición de detectar y cambiar aquellas cosas que están dañando tu vida, que  no te dejan alcanzar la libertad que necesitas y que te privan de las bendiciones de Dios. Permite que, a través de su palabra, Dios pueda remover aquellas cosas que solamente hacen tu viaje más pesado y te alejan de tu destino.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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