La rebelión es el levantamiento contra una autoridad, es una oposición, es resistirse a obedecer y además es orgullo puesto en acción.

Cuantas veces el pueblo de Israel se resistió a obedecer los mandatos de Dios, Él los juntaba nuevamente llamándolos al arrepentimiento y nuevamente caían en lo mismo.

“Ay de los hijos rebeldes – declara el Señor- que ejecutan planes, pero no los míos, y hacen alianza, pero no según mi Espíritu, para añadir pecado sobre pecado!” Isaías 30:1 LBLA

Este pecado es destructivo y tiene duras consecuencias, en los versículos 13 y 14b del mismo capítulo, Isaías lo describe así: “…os será este pecado como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene súbita y repentinamente. Y se quebrará como se quiebra un vaso de alfarero, que sin misericordia lo hacen pedazos; tanto, que entre los pedazos no se halla tiesto para traer fuego del hogar, o para sacar agua del pozo.” (RVR1960)

Cuando conocemos la Palabra de Dios y aun así vamos en contra de ella estamos siendo rebeldes, desconociendo Su ley y minimizando las consecuencias que la desobediencia traerá a nuestras vidas.

Si somos hijos de Dios, ¿por qué somos desobedientes? Quizás porque aún no estamos rindiendo toda nuestra vida a Él o porque no estamos conociendo a nuestro Padre. El Señor tuvo compasión de su pueblo, pero antes dejó que vivieran las consecuencias de su pecado, ¿Debemos esperar que nos suceda lo mismo o arrepentirnos y vivir en santidad?

Sometamos nuestra voluntad y decisiones a la Palabra de Dios, considerando que sus planes son mejores que los nuestros y que la obediencia siempre trae bendición.

“Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.” Deuteronomio 28:1 (RVR1960)

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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