Isaías 9:6-7 dice: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.” versión Reina-Valera 1960

Es una de entre las tantas profecías que fueron dadas a los profetas del antiguo testamento en la que Dios anunciaba que enviaría a un libertador para su pueblo y para el mundo. Sin embargo, los judíos de la época comenzaron a formarse una idea que no estaba acorde a los planes que tenía Dios.

Recordemos que después del reinado de Salomón vino una guerra civil que terminó por dividir a Israel: Por un lado Judá y Benjamín, y por el otro, el resto de las tribus de Israel. Pasó el tiempo e Israel fue conquistado por el imperio Asirio y después Judá cayó en manos de Babilonia, reinado en ese entonces por el rey Nabucodonosor.

Babilonia había alcanzado un esplendor único entre todas las naciones, pero como todo reino fuerte, el paso del tiempo lo debilitó dando lugar a otra nación que por aquellas épocas se erguían como una potencia conquistadora arrasando con todo lo que encontraba a su paso. Los Romanos se convertían en los nuevos dueños de Europa y en consecuencia, un nuevo dominio sobre el pueblo Judío.

Desde la división de Israel comenzó una seguidilla de tragedias, es cuando llegó un punto en el que se empieza a predicar un mensaje: Ellos creían que Dios vendría a liberarlos de los Romanos y de cualquier otro imperio que quiera oprimirlos. Pero en los pensamientos de Dios estaba derrotar a un enemigo mucho más grande y peligroso.

La victoria de Jesús en la cruz del calvario es absoluta sobre la muerte, sobre todo el reino de las tinieblas y constituye el milagro más grande de todos: conceder el acceso libre al reino de los cielos a quien acepte su necesidad de Él.

Ver su situación física como la prioridad provocó que desviaran la mirada de ver la verdadera necesidad espiritual que tenían.

No cometamos el mismo error. La salvación de Dios va mucho más allá de cualquier situación física que podamos atravesar; las deudas, las adicciones, los matrimonios casi destruidos, una economía mala, la pérdida de una trabajo y todo problema que haya sido producto de nuestras malas decisiones, puede continuar ahí después reconocer nuestra necesidad de Dios y de aceptar su salvación.

¿Eso quiere decir que Dios no nos ayudará con los problemas que tenemos? De ninguna manera. La salvación es un regalo, todo lo demás es el fruto de nuestra fidelidad. Cualquier bendición física, palpable o notoria a simple vista, es reflejo de una victoria espiritual.

Jesús vino para salvarnos de algo mucho más peligroso y terrible que cualquier amenaza física imaginable, esa liberación espiritual representa el principio del cumplimiento del resto de las promesas escritas en la biblia.

No apartes tus ojos de tu necesidad espiritual, enfócate en ello porque como ya dijimos; las bendiciones físicas son reflejo de las victorias espiritual. Nunca funciona al revés.

Proverbios 8:35 “Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová.” Versión Reina-Valera 1960

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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