Normalmente las personas se rehúsan a perdonar porque creen que el resentimiento guardado lastima a quien las ofendió, llegan a creer erróneamente que con esa actitud se están vengando por el mal que les hicieron, cuando en realidad aquél que guarda odio y rencor es víctima de sí mismo.

Efesios 4:31-32 (NTV) dice: Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo.

Si Dios perdonó todos nuestros pecados ¿por qué no somos capaces de perdonar las ofensas de los demás? ¿Será porque hemos permitido que la amargura vaya carcomiendo nuestro corazón y nos haya vuelto insensibles a la voz de nuestro Padre Celestial, que preferimos devolver de la misma manera el daño que nos causaron cuando Jesús nos manda a  amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos?

Para nadie es fácil perdonar, pero con la oración y la ayuda de Dios es posible, porque no lo hacemos en nuestras propias fuerzas sino con el poder del Espíritu Santo, quien nos fortalece todas las veces que nos sentimos débiles y pone en nuestro corazón esa paz que sobrepasa todo entendimiento.

¿Quieres volver a sonreír y tener ese tipo de paz? Da el primer paso: perdona y deja en libertad al prisionero que tienes en tu corazón, que eres tú mismo, no la persona que te ofendió. Esa es la única manera para que puedas ser feliz, estando en paz con Dios y con demás.

El apóstol Pablo dijo: ―Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres… Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber…No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. Romanos 12:18,20-21.

Es una disposición del corazón, guardar rencor o perdonar.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario