Jacob August Riis, nació en Dinamarca el 3 de mayo de 1849 y emigró a Estados Unidos en 1870. Junto con su llegada a un país con costumbres distintas, fue recibido por una falta de oportunidades laborales y destinado a vivir en uno de los barrios más empobrecidos de New York.

Sin embargo, la profesión de fotógrafo lo ayudó bastante a superarse. Empezó a trabajar en algunos periódicos locales y poco a poco demostró un trabajo siempre impecable  y una habilidad especial para capturar fotografías emotivas en el momento preciso.

Con el paso del tiempo  logró superarse económicamente, dejando el viejo barrio donde vivía y marchándose a un lugar mejor, su nivel social comenzó a subir y cada vez era más conocido en los estratos altos Neoyorquinos; pero en su interior siempre recordaba el lugar marginal en el que fue a parar como recién llegado a un país extraño.  Era algo triste porque los amigos que pudo hacer en ese lugar, con los que alguna vez compartió una hogaza de pan, no tuvieron las mismas oportunidades que él.

Aunque regresó por varios meses a su barrio para ayudar en lo que podía, nunca era suficiente porque la necesidad era mucha. Una noche, bajo la fuerte influencia del insomnio por tanto meditar en la forma en la que podía hacer algo por la gente que vivía con escasos recursos, tuvo la idea de publicar un libro de fotografías en las que mostraba las condiciones lamentables en las que vivía las personas en el mismo corazón de New York.

La gente al ver el libro reconoció a muchas personas: al que le vendía los periódicos, al repartidor de leche, al que vendía pan, al lustra botas, etc.  Y comenzó a concientizarse y a ayudar. Lo más sorprendente es que mucha de esa necesidad, siempre estuvo ahí con ellos, pero no pudieron verla sino hasta después de contemplar el libro publicado por Jacob.

Esa misma falta de visión ante la necesidad de las personas pasaba en los tiempos de Jesús. El pasaje bíblico en Marcos 10:46-52, cuenta la historia de un ciego llamado Bartimeo mendigando a la orilla del camino, pero al oír que Jesús pasaba por ahí comenzó a gritar pidiendo ayuda. Lo más extraño fue la reacción de los discípulos los cuales actuaron con una sorprendente ceguera ante la necesidad de este hombre al hacerlo callar.

Quizás nunca hiciste callar a alguien que pide ayuda, pero una forma de minimizar su voz de clamor es ignorarlo. El relato continua mencionando que Jesús  si oyó el clamor de Bartimeo y acudió en su ayuda.

Hay gente que tiene necesidades y que está mucho más cerca de lo que podemos imaginar. Solo necesitamos observar alrededor nuestro y hacer lo mismo que hizo el insigne apóstol Pedro: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy…” Hechos 3:6 versión Reina-Valera 1960

Además, los actos de compasión que mostramos para con los demás, preparan el terreno para sembrar la semilla del evangelio.

“Dichoso el que piensa en el débil y pobre; el Señor lo librará en tiempos malos.” Salmos 41:1 Versión Dios Habla Hoy

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario