“Después de la cena, tomó en sus manos otra copa de vino y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto entre Dios y su pueblo, un acuerdo confirmado con mi sangre, la cual es derramada como sacrificio por ustedes. »Pero aquí en esta mesa, sentado entre nosotros como un amigo, está el hombre que me traicionará. Pues está establecido que el Hijo del Hombre tiene que morir. ¡Pero qué aflicción le espera a aquel que lo traiciona!». Los discípulos comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería capaz de hacer semejante cosa.” Lucas 22:20-23 (NTV).

Cuando leemos estos versículos, se nos vienen muchas preguntas a la mente, tales como: ¿Por qué Judas tuvo que traicionarlo? ¿Acaso no era uno de sus discípulos? ¿No fue suficiente estar al lado de su maestro? ¿Tan grande era su ambición? Y quizá muchas interrogantes más que se nos pueden ocurrir.

Y aunque pensemos que no hay nada bueno que aprender de este personaje que por su gran traición es recordado, en realidad sí lo hay, porque al analizar su vida vemos que Judas fue un discípulo de Jesús, se sentaba  junto a su maestro, comía con Él y con los demás discípulos, fue testigo de los grandes milagros que Jesús hacía, y a pesar de toda esta cercanía que vivió con su Salvador y sus hermanos en Cristo, nada pudo compensar su necesidad de satisfacer sus deseos carnales, error que lo llevó a perder su alma por la eternidad.

¿Cuál fue la lección? Que es posible estar cerca de Jesús y a la vez estar lejos. Judas no amó al maestro, porque prefirió las cosas terrenales, no estaba realmente interesado en lo que su Salvador enseñaba; al parecer sólo lo quería por conveniencia propia.

Tú y yo no estamos lejos de actuar en la misma forma que Judas, porque traicionamos a Jesús cada vez que nos dejamos seducir por nuestros intereses personales y no nos damos cuenta que sólo Jesús puede llenar nuestras vidas.

¿Cuántas veces hemos entregado a nuestro redentor por unas cuantas monedas equivalentes a satisfacciones carnales?

Mantengámonos firmes, renunciemos a los placeres de este mundo, hagamos morir a los deseos de la carne para que se desarrolle lo espiritual en nosotros.

 “Así que hagan morir las cosas pecaminosas y terrenales que acechan dentro de ustedes. No tengan nada que ver con la inmoralidad sexual, la impureza, las bajas pasiones y los malos deseos. No sean avaros, pues la persona avara es idólatra porque adora las cosas de este mundo. A causa de esos pecados, viene la furia de Dios. Ustedes solían hacer esas cosas cuando su vida aún formaba parte de este mundo; pero ahora es el momento de eliminar el enojo, la furia, el comportamiento malicioso, la calumnia y el lenguaje sucio.” Colosenses 3:5-8 (NTV)

Por Ruth Mamani


El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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