Poner etiquetas a las personas no es complicado. Nuestros ojos ven, nuestra mente lo cree así y nuestros labios lo anuncian; pero no nos damos cuenta del error que cometemos al hacer esto, porque al etiquetar a alguien limitamos las posibilidades de lo que podría llegar a ser.

¿Cuántas veces hemos cometido este error? Quizá innumerables.

Recuerdo que hace un tiempo atrás, pasábamos junto a un grupo de amigos por una zona de restaurantes y por el hambre que teníamos nos detuvimos frente a uno de ellos que nos convenció porque sus platillos se veían apetecibles y, en segundo lugar, por el espacio. Viéndolo casi vacío pensamos que nos servirían rápido y así fue. Cuando vimos los platos sobre la mesa, nuestras expectativas aumentaron, pero cuando probamos la comida no quisimos volver más al lugar y entonces comprendimos la razón por la que estaba vacío. Tal vez pusimos mal nuestra etiqueta, y aunque parece gracioso es eso lo que sucede cuando a simple vista juzgamos lo que nuestros ojos ven. Muchas veces podemos decir que es lo mejor por lo hermoso o delicioso que se ve, pero en realidad no es así, o por su apariencia podríamos pensar que no vale la pena comprarlo cuando en realidad es un excelente elemento.

Cuando etiquetas a alguien te quedas con lo que crees que conoces de esa persona y das por hecho algo que tal vez no es cierto, sin darle la oportunidad de demostrar lo contrario o lo que en verdad es.

Por ejemplo si etiquetas a alguien, de ser “mentiroso”, le atribuyes un defecto que quizá no tenga, pero porque alguien se lo dijo en más de una oportunidad,  esta persona no sólo llega a creer que es así sino también actúa de esa forma.

Y lo mismo sucede con las etiquetas que te han puesto a ti. Aunque no lo creas, lo que la gente te dice influye en tu manera de actuar y de ser; pero de ti depende el creer o no las etiquetas que otros te ponen. Por ejemplo, si te han dicho que eres muy responsable, de ti depende el serlo o no.

Te has preguntado alguna vez ¿Qué hechos te han llevado a poner etiquetas a las personas? y ¿Cómo te sientes cuando alguien te las pone conociendo sólo una parte de ti?

No hagas lo que no te gustaría que hagan contigo. Deja de poner etiquetas a las personas, dales la oportunidad de demostrar quiénes son; quizá les cueste empezar una conversación, pero cuando empieces a tratar con ellos podrían convertirse en tus mejores amigos.

Si es a ti a quien le han puesto etiquetas, no creas todo lo que digan de ti.  Porque lo que de verdad importa es lo que Dios piensa de ti.

 “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”  Jeremías 29:11 (RVR1960)

Por Ruth Mamani

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario