En ocasiones, debido a los problemas no somos capaces de ver claramente, tenemos una percepción muy limitada de las cosas.
Una historia relata que un barco a vapor costero que se dirigía a Nueva York, cierta noche se vio rodeado de tan espesa niebla que hubo que parar, echar el ancla y aguardar la mañana.
Cuando al amanecer se disipó la niebla, se vio rodeado de multitud de barcos grandes y pequeños. Si se hubiera movido, de seguro habría ocurrido una catástrofe.
Lo mismo sucede con nuestras vidas cuando sentimos que las circunstancias nos abruman, que los problemas limitan nuestra visión y empezamos a desesperar porque no vemos una salida y no tenemos idea de a dónde dirigirnos. Es justamente ahí, cuando la niebla es más densa, que debemos detenernos y estar quietos, permitiendo que sea Dios quien tome el control porque seguir avanzando podría ser desastroso.
“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra”. Salmos 46:10 (RVR1960)
A veces Dios permite que una densa niebla nos rodee para que aprendamos a confiar y descansar en Él. Quizás Dios ha querido mostrarte su amor y misericordia hacia tu vida durante mucho tiempo y no se los has permitido pensando que eres autosuficiente.
Es tiempo de descansar en Él, ya no pelees más, entrégale tus batallas a Dios porque Él nunca ha perdido ni lo hará; ¡Tu victoria está asegurada!.
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.