Un día sofocante, un muchacho estaba subiendo una colina llevando sobre sus hombros una canasta demasiado pesada para sus fuerzas. Cuando había subido la mitad un caballero joven lo alcanzó, y notando que el muchacho estaba fatigado le dijo:

     – Permíteme ayudarte – Tomó la canasta y la llevó hasta la cima.

     – Gracias, señor – dijo el muchacho – ya puedo llevarla bien el resto del camino porque es plano.

Pasaron muchos años y el caballero, ya anciano,  estaba sentado en una mecedora mirando pensativamente el fuego de la chimenea. En ese momento sonó el timbre de la puerta y un  visitante entró al cuarto donde se encontraba y le dijo:

     – He sabido que está usted en circunstancias críticas, dígame con franqueza si es así o no, porque quiero ayudarlo.

     – Es la verdad, señor; mi condición económica es apurada y en esto estaba pensando ahora, sin hallar camino de salida.

     – ¿Cuánto necesita para salvar su situación? ¿Puede hacerlo con 20.000 dólares?

El anciano quedó estupefacto y sin poder hablar, no pudo más que menear la cabeza indicando su aceptación de la oferta.

     – Entonces – dijo el visitante – deje toda su congoja porque puede tener el dinero mañana mismo.

Y añadió:

     – Seguramente quisiera saber usted quién es que tan misteriosamente le ha visitado y por qué le ha ofrecido el dinero. Hace veinte años, cuando estaba subiendo una colina con una canasta demasiado pesada para mis fuerzas, usted bondadosamente me ayudó. Usted no sabe cómo ese hecho me ha ayudado en mi vida; fue como una semilla viva de bondad puesta en mi corazón. Dios me ha prosperado en los negocios y con frecuencia cando le he encontrado por la calle he pensado que usted me había olvidado, y también el incidente de la canasta. Pero siempre he agradecido su acto de bondad y deseaba poder hacer algo más que darle las gracias. Habiendo oído recientemente de sus dificultades económicas me regocija tener la oportunidad de mostrarle mi gratitud de un modo efectivo.

Es verdad que no todos nuestros actos de bondad o ayuda se verán recompensados como en esta historia, pero Dios nunca olvida aquello que hacemos por los demás, con un corazón sincero y desinteresado.

“Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos”. Gálatas 6:9  (NTV)

Si tienes la oportunidad de ayudar a alguien no dudes en hacerlo. Muchas veces no somos conscientes de que todos nuestros actos tienen su repercusión en el futuro. Nuestra ayuda podría cambiar la vida de muchas personas y aunque no veamos la recompensa ahora, el Señor nos asegura que tendremos una recompensa en la eternidad y allí todos los galardones tienen un valor infinito.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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