Cuentan que cierto capitán ordenó a un soldado:
– Dispare contra aquella casa blanca que se encuentra tras aquellos árboles de la izquierda.
Un instante después no quedaba nada. Cuando el Capitán se acercó al soldado para felicitarlo, lo halló llorando.
– ¿Qué te sucede? – Le preguntó.
– Acabo de destruir el hogar donde nací y todo lo que poseía- contestó.
– Pero… ¿Por qué no me lo dijiste?
– A mí no me toca discutir, mi capitán, sino obedecer.
Es probable que existan oportunidades en las que Dios nos pida que dejemos, destruyamos o entreguemos algo que consideramos nuestro tesoro.
Existen muchas historias de gente que estaba confiada en sus posesiones y por malas decisiones o circunstancias que no pudieron controlar perdieron todo. Otros vieron gravemente afectada su salud de un momento a otro, perdieron su trabajo, un ser que amaban ya no está, su familia se desmoronó, etc.
Nunca es fácil perder algo que amamos o aquello que de alguna forma nos da seguridad, pero muchas veces Dios tomará eso porque ve más allá que nosotros. El Señor conoce nuestro futuro y sabe qué es lo mejor, por lo tanto irá quitando aquellas cosas o personas que de alguna forma interferirán en sus planes para nuestras vidas.
Nuestro primer impulso siempre será tratar de interrogar a Dios, enfrentarnos con Él, pedirle respuestas, una explicación lógica y tantas cosas más; pero el Señor es soberano y no nos corresponde cuestionar sus decisiones.
Job dijo: “…El Señor me dio lo que tenía, y el Señor me lo ha quitado. ¡Alabado sea el nombre del Señor!” (Job 1:21 NTV) Él fue un hombre que aprendió lo que es sufrir grandes pérdidas pero pese a sus circunstancias confiaba en Dios y, por esto, después le fue restituido mucho más de lo que perdió.
¿Dónde está puesta nuestra confianza? ¿En personas, cosas, nuestros logros, el éxito que alcanzamos? ¿Te has negado a entregarle algo a Dios?
“Pero benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza. Son como árboles plantados junto a la ribera de un río con raíces que se hunden en las aguas. A esos árboles no les afecta el calor ni temen los largos meses de sequía. Sus hojas están siempre verdes y nunca dejan de producir fruto.” Jeremías 17:7-8 (NTV)
No mires tus circunstancias actuales, confía en el Señor, aférrate a sus promesas, que tu esperanza esté puesta en Él y verás cómo sus planes de bien se van cumpliendo en tu vida.
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.