Un pedazo de tronco caído en medio de la selva recordaba con nostalgia cuando era un firme árbol robusto de frondoso follaje y ramas levantadas al cielo, muchas aves venían a posarse entre sus hojas, animales de varias especies comían de sus frutos y se cobijaban en sus sombras. Pero ahora sólo eran recuerdos que le hacían añorar el pasado.

En medio de su pena escuchó de un hábil artesano que podía convertir cualquier pedazo de madera en una pieza de arte. Aunque esa parecía una buena alternativa, encontrarlo era un sueño imposible ya que en aquel espeso bosque nadie se acordaría de él. Pero cuando parecía que la esperanza se había perdido, vio a lo lejos a un hombre se acercaba hacia él, lo miró y tomándolo entre sus brazos, lo cargó a lo largo del bosque.

Al llegar a su cabaña, el árbol rompió el silencio comentando su pena y que estaba buscando al artesano que lo convertiría de tronco inservible a obra de arte. Aquel hombre lo miró y le dijo que no tenía que buscar más. Yo soy, dijo con una voz penetrante y firme.

Al escuchar el árbol caído se alegró y con todo su entusiasmo, empezó a comentarle ideas que tenía y que quería que haga; quizás convertirme en una réplica del David de Miguel Ángel pero en madera, la estatua de la libertad, la Torre de Pisa, el Taj Mahal en miniatura…

Aún continuaba hablando de ideas para verse esplendoroso, hasta que el artista echó una carcajada y le dijo: ¿quieres ser realmente grande?, deja todo en mis manos y confía. El árbol dudoso de lo que decía, aceptó con recelo su propuesta.

El artista  sacó varias herramientas llamadas gubias, cada una con distinta punta metálica, una azulea, cepillos, martillos, mazos, limas y escofinas. Al mirar todos esos instrumentos el árbol preguntó: ¿Esto va a doler, verdad? El artesano respondió: Quizás, pero en cada golpe para tallar que yo haga, tú debes confiar en mí y en la obra que hago en ti.

El árbol le pidió que le mostrara un modelo de lo que haría con él y al verlo, se puso completamente en sus manos.

Mientras el artesano tallaba, el tronco no dejaba de dar algunas sugerencias de lo que podía añadirle o quitarle, en ocasiones se quejaba por cada cincelada dolorosa que recibía,  a veces se ponía a llorar porque le habían quitado un pedazo del que no quería soltarse, otras veces solo se molestaba porque parecía que nunca se escuchaban sus sugerencias. El artesano no dejaba de escucharlo, pero solo guardaba silencio y continuaba con su trabajo.

Por fin llegó el día en el que se terminó el tallado, un poco de barniz y aquel pedazo de tronco inservible, ahora era una pieza única en su clase, tallada a la perfección y convertida en una obra de arte.

Al igual que el árbol, nosotros sólo estuvimos tirados en el olvido, fue Dios quien nos buscó primero. Cuando llegamos a los pies de la cruz, recibimos su perdón y en ese momento comenzó un proceso de transformación en nuestras vidas. Pero contrariamente a lo que nos hayamos podido imaginar antes, todos tenemos un solo destino en manos del artesano puesto que el modelo ya fue dado hace mucho tiempo y es perfecto.

Aunque constantemente podríamos dar sugerencias al trabajo que Dios hace en nosotros, nuestra imaginación casi siempre está alejada de lo que realmente necesitamos e incluso podríamos quejarnos de las herramientas que se están usando para transformar nuestra vida. Pero una vez más debemos recordar que no se trató  nunca de convertirnos en un modelo terrenal, sino que el objetivo de Dios siempre fue tallarnos a imagen de Jesús.

“Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese.” Filipenses 1:6 Versión Dios Habla Hoy.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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