La envidia es una molestia o deseo de poseer algo que la otra persona tiene y nosotros no, ya sean posesiones materiales, cualidades o talentos. Es un pecado que trae consigo terribles consecuencias. En la Biblia podemos ver algunos ejemplos de lo que la envidia hace en la vida de las personas.

Caín, el hijo de Adán y Eva, mató a su hermano Abel por causa de la envidia. (Génesis 4:3-8) Los hermanos de José, envidiaban tanto la relación que José y su padre tenían, que quisieron matarlo, y que al final, lo vendieron como esclavo. (Génesis 37:1-36). Coré tuvo tanta envidia del liderazgo de Moisés, que desafió la responsabilidad que Dios le había dado a Moisés. Como resultado, la tierra se abrió y lo tragó. (Números 16) Raquel, envidiaba a su hermana porque no podía tener hijos y esto provocó que Jacob se enojara con ella. (Génesis 30:1-2)

Podemos ver que la envidia sólo conduce al desastre, destruye relaciones, genera odio, lleva a la injusticia y a la muerte. El Salmos 73:2–3 (DHH) dice: “Un poco más, y yo hubiera caído; mis pies casi resbalaron. Pues tuve envidia al ver cómo prosperan los orgullosos y malvados.”

Debemos tener mucho cuidado en nuestro caminar con el Señor, ya que puede haber momentos en los que corramos el riesgo de deslizarnos del camino que el Señor ha trazado para nuestras vidas y caer en la envidia.

El Salmista menciona que estaba a punto de resbalar y caer, a raíz de estar viendo la prosperidad de los malvados. Perdió su perspectiva y equilibro espiritual, se impacientó por un momento y se alteró al ver con sus ojos que a otros les iba mejor que a él.  Algo que la escritura claramente nos advierte, “No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad” (Salmos 37:1)

¿Hay envidia en nuestra vida por la prosperidad de otras personas? Sí es así, tomemos una decisión este día y rompamos con ese pecado. Oremos al Señor para que guarde nuestras miradas y pasos. Pidamos que no nos deje caer en un estado en el que codiciemos lo que otros tienen.

“Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros.” 1 Pedro 1:22. (NVI)

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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